Con el aliciente de que Checo Pérez retornará a la máxima disciplina el año que viene, el Autódromo Hermanos Rodríguez recibió su cita anual con la Fórmula 1 rebosando más colorido y alegría que otras veces, y mira que el asunto estaba francamente difícil, y así, con tal ambientazo, el Gran Premio de Mexico City se dispuso a ofrecernos la tercera o cuarta entrega, o quinta —la verdad es que he perdido la cuenta—, de la mítica remontada de Lando Norris en pos de conseguir su merecidísimo título mundial.
La clasificación del sábado dejó las cosas bastante claras, el de Bristol se había calzado la pole mientras el hombre que tenía la corona en el bolsillo allá como en Zandvoort [Gran Premio de Países Bajos], debía contentarse con la octava plaza en parrilla, que finalmente sería la séptima porque Carlos debió cumplir con la penalización de cinco puestos que le cayó en Austin por su hazaña sobre Kimi.
El caso es que la ventaja de 34 puntos a favor del australiano, a finales de agosto, se había convertido en papel mojado en la capital azteca. Norris tenía la obligación de ganar, lo que dicho así suena muy elevadito de tono, ya que, en realidad, todo consistía en no cometer demasiados errores, pues Verstappen arrancaba quinto y, como venimos diciendo, Piastri lo hacía desde un lugar peculiarmente desfavorable.
Y bien, la carrera comenzó en plan estampida de bisontes en película de cowboys del lejano Oeste, tanto que alguien, en Dirección de Carrera, decidió que ¡mira, hasta la polla; esto no está pagado!, ¡que revise su padre tanta posible infracción!, y se fue normalizando con el transcurso de las vueltas. En líneas generales, ofreció un espectáculo razonablemente mejor que los tres anteriores, ya que hubo bastante salsilla en los primeros compases: Liam Lawson por muy poco no se merendó a un par de comisarios, por ejemplo, Lewis y Max se las vieron en pista, con sanción para el británico por acortar por donde no debía, el holandés era cuarto detrás de Charles y Olli porque su RB21 no respondía como se esperaba, menos en aire sucio y cargado de gasolina, y que Oscar... bueno, que el de Melbourne no había sido capaz de revertir su mala situación mientras su compañero lideraba cómodamente.
A mitad de carrera Verstappen era tercero y el podio estaba perfilado y firmado ante notario: Norris primero, Leclerc segundo y el hijo de Jos inmediatamante detrás. Y todo iba bien hasta el giro 69, a dos del final, que fue cuando el Williams de Carlos Sáinz moría de amores por error desde el cockpit, tras haber acumulado dos penalizaciones que ya lo habían desterrado...
Bueno, era la 69, decíamos, y Dirección de Carrera decretó un Virtual Safety Car que deslució el término de la prueba, que nos impidió ver en qué quedaba la lucha de Max por hacerse con el segundo cajón, y, para mí más importante, que neutralizó el intento de Piastri por acabar cuarto, por delante de Antonelli, santificando así a Norris como líder del campeonato por un miserable punto a la salida del Hermanos Rodríguez.
Os leo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario