domingo, 2 de noviembre de 2025

La iniciativa


Colapinto se pasaba por el forro de los pantalones el mandado de respetar a Gasly en Austin y se desataba el caos entre nuestras fuerzas vivas, que hasta cierto punto resulta incluso lógico, porque, a ver, cuando no controlas media castaña de aerodinámica ni de de autos ni de cultura deportiva, sólo te queda fingir que entiendes, insultando la inteligencia de quienes te escuchan o leen mientras tiras de lo que aconseja el siempre insípido manual de buenas maneras en la oficina.

Lo adecuado frente al instinto, la misma monserga de siempre. Y el caso es que el austral no es de esos que esperan a que el domador dé su permiso. Es un fuego encerrado en el cuerpo de un chiquillo que soñó una vez con pertenecer al club de los leones que desayunan corderos y, cuando buscan hacerse con el control del harén, no temen que les decoren la cara con alguna herida de garra o quién sabe si con el recuerdo de un mordisco...

Obviamente me gustó Franco en el COTA, sin duda muchísimo más que cualquiera de los conductores que esperan instrucciones y hacen caso de la escaleta escrita por los que saben y tienen acceso a los datos, o temen que el patrón se enfade si se toma una mala decisión, o, peor, consideran que la empresa no está para correr con los gastos de aventuras personales, ni mucho menos para satisfacer egos.

El argentino tenía a Gasly fijado como objetivo. Iba más rápido, disfrutaba de mejores gomas a pesar de que el Alpine sigue siendo un monoplaza pérfido. Barajó sus cartas y le salió un As de Picas en tanto escuchaba como quien oye llover la orden que le daban por radio. Posiblemente recordó que la vida sin asumir riesgos no merece la pena, y afeitó con suavidad los pelillos del cogote de Pierrot, superando al francés, haciendo gala de la característica sobre la que se levantó el tinglado de la Fórmula 1: la iniciativa, la misma cualidad que distinguía esta actividad hasta que llegaron los del corporativismo barato.

Os leo.

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