Desgraciadamente nunca sabremos por qué Red Bull retrasaba tanto la decisión de creer a Max Verstappen, para que, después de una noche loca en el box de la austriaca, el holandés haya dispuesto en carrera del monoplaza que venía reclamando desde el viernes.
Puntos perdidos por nimiedades, tal vez Mekies atenazado por el miedo, ¿quién lo sabe?, pero en BlueSky ya habíamos contratado a nuestro propio guionista y sonaba Camino Soria, con Jaime cantando Bécquer no era idiota ni Machado un ganapán...
Verstappen saliendo desde el pit-lane resultaba bueno para nuestros planes y el de nuestro apoyo creativo. Tras Ocon, que arrancaba también desde donde Brian perdió su sandalia, el One mostraba pronto que iba a por la cabeza y no repararía en gastos hasta lograrlo. Laurent Mekies sabía de esto, fijo, y ha cruzado los dedos esperando que el hoy por hoy mejor piloto de la parrilla no acabara haciendo trizas la promesa que él le había hecho a Domenicali y Brown: Lando ganaría si no cometía ninguna torpeza.
Quedaba Piastri, que me dicen por el pinganillo que volverá a deslumbrar en Las Vegas salvo que a Zak le dé canguelo arriesgar tanto, y, al cabo, del australiano se ha acabado encargando la FIA como por casualidad, sometiéndole a una sanción de 10 segundos que no entienden ni los más crédulos de nuestra actividad. Oscar no tenía dónde meterse. La cosa suponía un lance de manual, pero Dirección de Carrera ha considerado que mejor curarse en salud que exponerse a que a Norris le entraran los nervios.
Apenas unas vueltas (seis), y se estaban cumpliendo a rajatabla dos terceras partes de la planilla que nos había esbozado nuestro guionista mercenario la noche anterior —con razón lo tiene Filmaffinity casi en nómina—. Y bien, el de Melbourne estaba prácticamente descartado para la victoria en el Gran Premio de Sao Paulo y Max se mantenía escalando a buen ritmo, que en Interlagos significa espectáculo y drama prácticamente en cada giro.
Norris dominaba con comodidad. A cola de su vehículo sucedían cosas, que diría don Mariano Rajoy, el hombre al que Alberto Núñez Feijóo ha convertible en individuo pasable, aunque notablemente mejorable, y quien, por boca de la predicadora evangelista Yadira Maestre, será recordado por siempre jamás por la frase Nuestro Señor Fijó, ruega por nosotros...
Albertiño ruega por nosotros, evidente, indiscutible, incluso observando en plan voyeur cómo se aparean los conejos, incluso cuando la Europa cristiana que reclama nuestro conservadurismo patrio tenga más que ver con el feroz de las cruzadas, que con las lecciones que nos dejó como legado el bueno de Jesucristo en el Nuevo Testamento...
Ni ámate como quieres que te amen ni pollas en vinagre. No estamos para eso, ni para consignas zurdas en el viejo Carlos Pace. Verstappen, hace unas horas, se acercaba peligrosamente a los puestos señeros a pesar de que en la 51 ya había enseñado el hocico. El esfuerzo realizado iba a pasar factura al holandés, que bastante había hecho, un decir. Incapaz de superar a Kimi, el hijo de Jos ha protegido la tercera plaza, lo que nos deja en que hay que darse con un canto en los dientes a pesar de que nadie con dos dedos de frente asimile cómo Milton Keynes ha tardado tanto en reaccionar ante una prueba, que, literal y figuradamente, estaba en el bolsillo para la de las bebidas energéticas, salvo que hayn concurrido otro tipo de prioridades.
Lando, Kimi, Max. Oscar cruzando la meta en quinta posición, detrás de George, que ha hecho cuarto. El campeonato está vivo, queda drama a espuertas hasta Abu Dhabi, ¿quién puede decir que Sao Paulo no nos trajo todo lo que pedimos desde que nos levantamos...?
Os leo.

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