El respeto que se profesa nuestro deporte es el mismo que nos dispensa a nosotros, los sufridos aficionados: ninguno, y podemos maquillarlo o pintarlo de rosa pero no deja de ser así.
El hombre que en 2017 poco menos prometió devolver la Fórmula 1 a sus raíces (sic), ha liderado una gilipollez que ayer por la tarde nos brindó su primer acto, una clasificación como las de toda la vida que, sin embargo, perdía la mayor parte de su interés porque no sirve de nada en términos deportivos ya que la pana se corta en unas horas, durante una carrera al sprint que definirá la parrilla de mañana domingo.
Hay gente contenta con el experimento, ¿cómo no iba a haberla?, y otra gente cabreada con los puristas, a la que hay que perdonárselo todo porque llegaron tarde y todavía no han encajado que más allá de su ombligo existe un vasto universo de posibilidades.
De momento tenemos un «no poleman» que ha sido acreditado como «Speed King» por no llamarlo «poleman de consolación», una minicarrera que promete ser la órdiga bendita, que a ver cómo sale porque tampoco servirá de gran cosa salvo para corroborar que el problema nunca ha estado ahí, y, en definitiva, un Gran Premio de Gran Bretaña convertido en una fiesta de «no cumpleaños» para niños y chavalería insatisfecha, con piñata y todo, y con la Liebre de Marzo, el Lirón y el Sombrerero Loco como maestros de ceremonia.
Y eso, os leo.
1 comentario:
Como dices, el problema nunca ha estado ahi.
Y la implementacion ha sido cualquier cosa menos brillante, unos libres 1 de solo una hora que no ha dado tiempo a ajustar minimamente el coche, una clasificacion de mas de una hora con las 3 fases habituales pero que no sirve para mucho, unos libres 2 totalmente inutiles, la famosa carrera al sprint que ya veremos lo que sale, y la carrera normal de los supervivientes todavia sin haber podido ajustar el coche.
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