El notición del año ya había calado hondo entre los aficionados cuando don Manuel Vega me solicitó permiso para compartir en MotorPoint una entrada que habíamos publicado aquí mismo a primeros de abril. Alonso se perdía el Gran Premio de Mónaco y se nos iba a hacer las Américas, ¡toma ya! Tocaba ponerse las pilas y explicar algunas cosillas interesantes de cara a disfrutar de la que nos venía encima.
Fernando se nos va a disputar las 500 Millas de Indianápolis y a estas alturas de la película ya sabemos lo que no debemos esperar de un hecho tan bizarro como sobrenatural, entre otras cosas porque todo lo que llevo leído esta mañana de jueves santo son advertencias y más advertencias. Vamos, un ¡chiquillo, esto no se toca! en toda regla.
Fernando se nos va a disputar las 500 Millas de Indianápolis y a estas alturas de la película ya sabemos lo que no debemos esperar de un hecho tan bizarro como sobrenatural, entre otras cosas porque todo lo que llevo leído esta mañana de jueves santo son advertencias y más advertencias. Vamos, un ¡chiquillo, esto no se toca! en toda regla.
Ya he asumido que no me puedo hacer ilusiones, es más, que no debo hacérmelas, pero como hay quien anda lanzando avisos aunque aprendió aquí mismo los rudimentos de la Fórmula 1, su tesoro, voy a saltarme el cordón sanitario que se ha establecido para echar una mano a aquellos de vosotros que no tenéis ninguna obligación de saber de qué va la Indy para poneros to'locos con eso de que el Nano dispute la edición de este año, eso sí, advirtiendo que cuando acabéis el texto olvidéis lo dicho en él, y que, por precaución, sólo hagáis uso de las ideas que voy a verter con los sobrinos o la abuela, porque los cuñaos han sacado la lupara del armario y van a tirar a todo lo que se menea, supongo que con la sana intención de que la afición mejore, crezca y tal.
Bien, lo primero que hay que hacer es olvidar un rato la Fórmula 1. Los F1 no podrían disputar las 500 Millas. No están diseñados para correr en un óvalo. Su aerodinámica es muchísimo más elaborada y, por consiguiente, todo lo que consideramos beneficios en los circuitos del Mundial de Fórmula 1 en Indianápolis supondrían un contratiempo que estropearía el espectáculo porque allí son esenciales el rebufo y la posibilidad de circular en grupo, y, además, durante mucho tiempo.
Los monoplazas son muy similares unos de otros porque parten de un solo modelo homologado de chasis al que cada equipo (ni se os ocurra llamarlos escuderías) prepara de una manera concreta, viste como quiere y motoriza con uno de los dos únicos tipos motores que se utilizan en la competición, bien Chevrolet, bien Honda. Es decir, en pista lo que prima es la igualdad de posibilidades y cómo se apaña cada equipo (en serio, no digáis escudería ni en broma, queda más cool decir team) y por supuesto, cada piloto.
Básicamente, el chasis (made in Dallara) es una enorme flecha que dispone abajo de una ala invertida como las que pudimos ver en Fórmula 1 a partir de la aparición del Lotus 78, y como ésta produce suficiente apoyo aerodinámico sin necesidad de mayores complicaciones, el morro y el alerón delantero se diseñan para aprovechar los rebufos de los rivales que van delante, y si hay suerte y se toma la cabeza, para producir el menor drag posible (resistencia al avance) y facilitar así correr como un demonio, que no es por nada, pero en Indy se superan los 350 km/h con relativa facilidad.
Básicamente, el chasis (made in Dallara) es una enorme flecha que dispone abajo de una ala invertida como las que pudimos ver en Fórmula 1 a partir de la aparición del Lotus 78, y como ésta produce suficiente apoyo aerodinámico sin necesidad de mayores complicaciones, el morro y el alerón delantero se diseñan para aprovechar los rebufos de los rivales que van delante, y si hay suerte y se toma la cabeza, para producir el menor drag posible (resistencia al avance) y facilitar así correr como un demonio, que no es por nada, pero en Indy se superan los 350 km/h con relativa facilidad.
Obviamente, las ruedas delanteras son estrechas por esto mismo y para que llegue la mayor cantidad de aire al suelo del coche e inicio del cuerpo de la carrocería. Y como, repito, el rebufo es importante
el Brickyard, las traseras van semicarenadas para reducir las turbulencias a su paso y permitir que los oponentes puedan acercarse y meter morro.
Hay un pero, y gordo. Cuando el vehículo pierde apoyo aerodinámico por la razón que sea, tiende a salir volando, no como le pasaba a Silvester Stallone en la película Driven pero sí parecido, lo que convierte las 500 Millas en un espectáculo vertiginoso pero muy, muy peligroso a pesar de las enormes medidas de seguridad que rodean al piloto en el habitáculo.
Una última cosa. En Indy se corre siempre en dirección contraria a las agujas del reloj, hacia la izquierda, lo que lleva a que el diseño del chasis tenga en cuenta que las ruedas interiores recorren menos distancia que las exteriores, cosa que también contempla Firestone, el suministrador de neumáticos, de forma que existe una ligera convergencia en los ejes.
El resto consiste en mucha inteligencia, en muchas agallas y manos, y en una labor de equipo descomunal (ni de coña mencionar escudería; lo habéis pillado, ¿a que sí?), porque entre pitos y flautas, 500 millas en las 500 Millas son poquito más de 800 kilómetros a toda pastilla (casi tres Grandes Premios de los nuestros), sin contemplaciones y a degüello.
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