martes, 9 de agosto de 2016

Como si fuese la última


Se me partió el alma en dos al escuchar a Daniil Kvyat confesar su desvencijado estado de ánimo, admitiendo de paso que necesitaba unas vacaciones casi más que yo. Pero soy un melindres que cree a pie juntillas que este negocio se forjó gracias al empeño de un puñado de seres humanos por dominar sus máquinas, más que en la coño tecnología, y por supuesto, que el puto dinero que dicen que es tan necesario para que todo siga funcionando.

Me jugaría la mano con que dibujo y escribo, a que sin tanta alharaca y tanto motorhome, con coches de los años setenta que eran puro ingenio amén de relativamente baratos, el espectáculo en pista estaba infinitamente más garantizado que ahora, y sin cambiar de nombres a la parrilla.

Al Torpedo de Ufá lo descabellaron antes del Gran Premio de España aunque todavía haya quien se sorprenda porque el ruso se siente destrozado, y Toro Rosso va a pasarlas literalmente putas a partir de Spa.

Llevo meses diciéndolo, y, en este sentido, me sorprende a mí que habiendo tanto entendido suelto nadie haya comprendido hasta ahora, que Faenza, sin evoluciones en la unidad de potencia Ferrari 2015 ni margen de maniobra alguno, va a comportarse de aquí a que acabe todo en Abu Dhabi, poco menos que como una cáscara de nuez abandonada a su suerte en mitad del océano.

En un escenario dominado por el vehículo y el equipo, no hay que ser muy listo para entender a qué se enfrentan Daniil y Carlos. Por qué el primero necesita resetearse como agua de mayo, y por qué pretendo enmarcar desde estas líneas la titánica hazaña que ha protagonizado el segundo este verano.

El nombre de David Ogilvie quizás no os suene aunque lo he mencionado más de una vez en Nürbu. Gurú de la publicidad, tenía tres consejos que dar a quienes querían intentarlo en la profesión: afeitarse la cabeza o teñirse de canas, defender cada idea como si no existiese otra, y realizar cada trabajo como si fuese el último antes de morir.

Os ahorro las razones que justificarían aparentar ser mayor ante un cliente que quiere depositar su dinero en manos serias; o lo que supone en términos de seguridad en uno mismo, aceptar que no hay nada mejor que lo que se ha ideado, y qué supone defenderlo como Balián de Ibelín hizo con Jerusalén. Me encandila la tercera propuesta, y a ella me remito para enfatizar que Carlos está haciendo lo que se esperaba de él con un material sensiblemente inferior al de sus rivales, y que a partir de Bélgica, tiene la obligación de luchar en inferioridad de condiciones por seguir destacando como sólo un Sáinz sabe hacerlo.

Las palabras de Tost y Marko se las llevará el viento. El que ha subido a Red Bull ha sido Max Vertsappen y los números, las estadísticas y los imbéciles que anclan a ellas sus conclusiones, son los que son. 

El madrileño lucha contra un tipo roto y tiene una misión por delante que nadie se la desearía ni a su peor enemigo. Toro Rosso no da para más y por fin parece que estamos todos de acuerdo. 

«Cuando llegues al límite de tus fuerzas, haz acopio de lo que te quede y aguanta» decía Franklin Delano Roosevelt, y eso es lo que tiene ante sí el hijo de Carlos y Reyes: incertidumbre a raudales, una prueba de coraje que no está al alcance de muchos integrantes de la parrilla, y la certeza de que lo hace con el STR11 o no existirá un mañana al que agarrarse. Y el dorsal 55 lo va a hacer porque pilotos que trabajan cada carrera como si fuese la última de sus vidas, nos quedan tan pocos que pueden ser contados con los dedos de una mano, y su titular es uno de ellos.

Os leo.

1 comentario:

pocascanas dijo...

Un Sainz, un Magnussen, hasta un Checo Perez, es en estos pilotos (y algunos más) en donde podemos encontrar un poco de épica y emoción que salve el espectáculo.