Somos lo que somos y no hay manera de ocultarlo. Kimi Raikkonen tiene algo de James Hunt que incluso mencioné en una de las primeras entradas de este blog,
y por ello, el homenaje que le ha dedicado el finlandés al británico en Mónaco, a través de
su casco, me ha iluminado la cara con una sonrisa, porque estaba claro,
porque estaba ahí, y porque sin duda era algo más que evidente.
Lo dije el otro día: «Y es que él [Kimi] ha construido su imagen alrededor de las pruebas, en un por y
para las carreras que le sirve de paraguas ante las inclemencias que
azotan a otros.»
Un James
Hunt redivivo. Otro hombre que compite para alejarse de sí mismo, que
busca amortizarse en el transcurso de una hora y media; redimirse,
evaporarse, hallarse o perderse, o encontrar una excusa para mirarse a la
cara mientras el mundo circula a doscientos y pico kilómetros por
hora...
Tantas
veces como he mencionado a Kimi, como querubín o como humano, he tenido
en mente a ese otro tipo furtivo que acababa rápido las carreras porque
en el fondo odiaba o temía tener que correr, que se dormía en un arcén o se
cabreaba con un compañero hasta el punto de esperar una vuelta completa
para insultarle. Hunt era así, especial, tanto que cambió McLaren por Hesketh para volver después; tanto, que ganó a la calculadora
Lauda un campeonato corriendo
bajo un diluvio como si supusiera lo mismo acelerar y frenar en el cielo o en el mismísimo infierno que tomarse un helado.
Me he llevado una sorpresa, lo admito. No, no me lo esperaba.
Ver a Kimi luciendo un casco en el que pone bien grande James Hunt como si fuese un aviso a navegantes, blanco sobre negro, me ha supuesto quitarme un montón de años de encima. Verlo de nuevo ahí, sobre las calles del Principado me ha parecido un soberbio corte de mangas ante los que se han doblegado a tolerar una F1 en la que ya no caben las agallas, ni los personalismos, ni las identidades. Donde es imposible sacar la cabeza porque el reglamento y lo políticamente correcto suponen un todo absoluto.
Ver a Kimi luciendo un casco en el que pone bien grande James Hunt como si fuese un aviso a navegantes, blanco sobre negro, me ha supuesto quitarme un montón de años de encima. Verlo de nuevo ahí, sobre las calles del Principado me ha parecido un soberbio corte de mangas ante los que se han doblegado a tolerar una F1 en la que ya no caben las agallas, ni los personalismos, ni las identidades. Donde es imposible sacar la cabeza porque el reglamento y lo políticamente correcto suponen un todo absoluto.
Kimi
podría ser la estampa idónea para la imagen agresiva de una tabacalera
ahora que está mal visto que haya quien fume. Cuando estaba permitido era sinónimo de elegancia,
de madurez, de virilidad o de libertad de género, de tipo o tipa con
dos cogieron a los que no les asustaban ni los ruidos ni los empujones. Iceman encaja...
Pero han
cambiado los tiempos, sin duda, aunque Kimi, por fortuna, siendo él mismo o invocando a
James Hunt, nos sirve de puente algo oxidado, para
mirar lo que fue todo esto y reconsiderar lo bobos que nos hemos vuelto pensando que es posible tener un M23 a la puerta de casa.
Nos divertimos, sí, mucho, ¿pero a cambio de qué?
3 comentarios:
Buenos dias.
Parece que Kimi leyo su entrada, por lo menos no parece un Power Ranger como Alonso.
Un saludo y suerte para esta noche.
¡Precioso detalle de Kimi!
Ha sido ver el casco y ver a Hunt. Y es que, "antes", el casco era el DNI del piloto. Identificabas al piloto por el diseño de su casco, que apenas cambiaba a lo largo de su carrera deportiva.
Ahora, por desgracia impera la moda de estrenar diseño de casco continuamente.
Who is who?
Además de que en general están casi todos muy sobrediseñados, antes eran más bonitos por ser más simples. Coincido plenamente con Fourier ahí arriba el de Fernando es como el del Power Ranger blanco, a mi me encantaba el de Clay Regazzoni con la cruz de la bandera de Suiza en la frente o el de Piquet que tenía una especie de gota roja en los lados, de los actuales el de Scumacher es algo más sobrio que el resto.
Saludos
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