Herr Aldo Costa

La eficiencia alemana ya no es lo que era. Basta mirar a nuestro alrededor para descubrir a Alemania en todos los saraos económicos y políticos imaginables, lo que desde mi humilde punto de vista ni es bueno ni es malo, aunque conviene recordarlo para entender que desde lo de los pepinos haya dejado de comprar en Lidl unilateralmente, y que bajo el paraguas de los acontecimientes recientes, me haya apuntado en mi cajita de lápices Staedtler y Faber Castell, sobre papel español, selbstverständlich!, que cuando se me vayan acabando me busque proveedores que pertenezcan a una nación menos prepotente.

La historia de mis pequeñas cruzadas que no han llevado a ninguna parte, es interminable, pero ahí quedan, para que se sepa cómo se las gasta en desigualdad una hormiga, así que aquí lo dejo, no sea que me llamen desde la Moncloa para que claudique en mi actitud en aras de evitar un conflicto diplomático y una nueva convulsión de los mercados.

Que me dejo de rollos, vamos, porque hoy se trataba de hablar de la contratación de Aldo Costa por Mercedes GP, y se me está yendo la pinza.

Decía que la eficiencia alemana ya no parece lo que era, y que la escudería alemana que va de «flecha de plata» por la vida, con el heptacampeón Michael Schumacher como vitola, no se siente con capacidad de dar pie con bolo y se me ha hecho seguidora aunque sin enseñar las orejas (quedaría feo, admitámoslo), porque después de escribir en mayo pasado Fanfarria a mediodía, no han tenido mejor ocurrencia que pillarse al ex de Ferrari para mediterraneizarse, o darse un baño de sol, o lo que sea.

En principio el asunto ni me parece bien ni mal, como en lo otro. He sido un firme defensor de Costa, y aunque el italiano se parece en nada a mi querido Antúnez, que haya encontrado un currelo a su medida, me congratula, que diría aquél. Su elección suena a priori chusca, lo reconozco, porque habiendo tanto ingeniero británico suelto (las pelas, para Mercedes, no deberían ser problema para cambiar collares) lo del de Parma sorprende lo suyo. Pero es lo que hay, Ross y Aldo son viejos conocidos, y como Rory Byrne no quiere ni oír hablar de F1, bien está que los viejos equipos humanos vuelvan a encontrarse para salvar el mundo, como ocurriera en aquella estupenda película titulada Space Cowboys.

Sin embargo, el asunto en cuestión me ha hecho más gracia que de costumbre, porque el cachondeo del asunto reside en que como el año que viene tengamos que soportar al Nano curtiéndose el cuero de tú a tú con el Kaiser, no sé dónde se van a meter los que viven la F1 las 24 horas del día bebiendo de fuentes británicas, of course!

Pago por verlo, lo juro. Incluso estoy dispuesto a retirar mi cruzada contra la Gran Alemania, no digo más.