Desconozco si se puede llamar carrera a una concatenación de varios coitus interruptus, con un feliz desenlace en el que quedaba terminantemente prohibido fumar, pero bueno, más o menos es lo que sucedió en el Grand Prix of Detroit...
La cosa empezó con amenaza de lluvia y Colton Herta como poleman, y con una alegría inusitada en el pie que presiona el acelerador, que afectaba prácticamente a todos los integrante de la parrilla, quién sabe si por no haberse despojado todavía de los aires veloces de Indianápolis. Belle Isle es otra cosa, obviamente, como quedó reflejado a poco de iniciarse la prueba, cuando se montó un improvisado aparcamiento en línea porque Lundgaard obligaba a Pourchaire a llevarse puesto a Power, taponando la trazada exterior de la pista y pillando a unos siete coches más.
Palou había partido segundo y, en la resalida del primer caution intentó batirse el cuero con Herta, pero ni él ni Chip Ganassi previeron la degradación tan acusada de los neumáticos blandos, circunstancia que, a la postre, impidió al español sacar provecho del único relevo limpio que tuvo, ya que, entre la pérdida de rendimiento y el paso por boxes, a partir de la segunda interrupción las cosas sólo empeoraron. Pero no adelantemos acontecimientos.
En el giro 17 Ferrucci tocaba a Castroneves, que, a su vez, era golpeado por Simpson: ¡caution! Un poco más tarde, el motor de Rasmussen hacía pataplof y ponía el asfalto perdidito de piezas y aceite ¡interrupción! Empezaba a llover en algunas zonas del trazado, McLaughlin deslizaba, perdía el control de la zaga de su monoplaza y acababa contra las protecciones: ¡interrupción..!
No se había cumplido la vuelta 35 de las 100 programadas y la calle de pits se puso como la Gran Vía de Bilbao en Navidades. Newgarden sufría problemas durante el repostaje, todo pichichi de nuevo a pista, pero la lluvia había perdido su timidez y obligaba a cambiar de estrategias y a que algunos se la jugaran con ruedas de seco. Dirección de Carrera estimaba que aquello podía traer funestas consecuencias e... ¡interrupción!
En la reanudación en la 41, Kyle Kirkwood le robaba la cartera a Christian Lundgaard cuando iba de líder, pero Power golpeaba a VeeKay y, otro caution.
La pista se secaba por momentos. Herta se lanzaba a por Palou pero frenaba tarde y pillaba a Tristan Vautier antes de golpear las barreras de la escapatoria: ¡interrupción! No sé cómo lo lleváis vosotros, pero yo ya he perdido la cuenta. En la 53 nuevo caution después de la tangana provocada por Lundgaard, en la 63 y 72 otras nuevas amarillas, esta última a cuenta del excesivo optimismo de Newgarden...
Sinceramente esperaba más parones, pero Dios fue compasivo con nosotros y nos los ahorró.
En fin, Dixon se la había jugado intentando llegar vivo a meta con su juego de gomas y se acabó calzando el Grand Prix of Detroit, no sin ser atosigado en las últimas vueltas por Marcus Ericsson, que sabía perfectamente cuál era el Talón de Aquiles del neozelandés.
Scott Dixon cruzaba la meta en primer lugar, con Ericsson ocupando la segunda plaza y Marcus Armstrong la tercera. En la cuarta posición terminaba Kyle Kirkwood, y cerrando el Top Five, Alexander Rossi en la quinta. Álex Palou veía la ajedrezada en la décimo sexta marca, aunque, tal vez para compensar a los latinos por tanto This is America, Agustín Canapino se metía en la duodécima y Pato concluía en la séptima.
Nos vemos en Road America. Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario