miércoles, 19 de junio de 2024

¡Que no se puede!


La última edición de las 24 Horas de Le Mans ha dejado las cunetas repletas de aficionados y especialistas autolesionados, tras comprobar que son tan y tan diferentes, las carreras de monoplazas y las de vehículos cerrados que disputan el WEC, por ejemplo. 

Todos los años Nürbu se destaca por una especie de constante universal, un runrún que suena de enero a diciembre, una escala tonal que vibra en todo lo que escribo, o un estribillo al que recurro casi sin darme cuenta, como prefiráis verlo. Es mi responsabilidad, lo admito, pero también está en el aire y es por ello que, sin querer o queriendo, más bien queriendo, acaba participando de la escaleta.

Este 2024 la coletilla va de por qué la Fórmula 1 no acostumbra a disputar carreras sobre piso mojado si otros lo hacen, de forma que, mientras los adultos disfrutábamos como cosacos con la meteorología cambiante sobre La Sarthe, los menos avisados inundaban las redes con la pregunta de marras —¿por qué; por qué?— o se abrían las venas maldiciendo a la FIA y los nenazas de nuestros pilotos.

A ver, no me gusta que la peña se autolesione a lo tonto, de forma que paso a explicar algunas cosillas por si a partir de julio dejamos de preguntar idioteces, porque, salvo que medie una buenísima iluminación los monoplazas tampoco circulan a toda pastilla de noche y en Le Mans sí lo hacen, y no, no pasa absolutamente nada ni se monta el pollo. Y el agua... bueno, las pasadas 500 Millas de Indianápolis retrasaron su inicio cuatro horas por la lluvia y nadie se rasgó las vestiduras...

Como hemos hablado hasta la extenuación de visibilidad, posición del piloto y puntos de referencia, voy a intentar resolver esta entrada en unos pocos brochazos:

—Los vehículos que participan en el WEC, y por ende en las 24 Horas de Le Mans, son carenados, es decir, llevan las ruedas parcialmente cubiertas por la carrocería, lo que supone en la práctica que el agua que desalojan las gomas no se disperse tanto y se genere muchísimo menos spray que en un trasto que las lleva totalmente al aire, y, desde luego, que comprometan muy poquito la visibilidad de quien va detrás.

—Por razones de espacio (más amplio), la célula de seguridad del habitáculo en los Hypercar o los LMP2 permite un diseño más acuñado en la nose del que tenemos en F1, lo que favorece que el piloto WEC vea más y mejor que cualquiera que participa en nuestro Mundial, y también que controle de manera más efectiva las referencias de la pista ante una frenada o un adelantamiento, lo que aumenta su seguridad. En el caso de un GT resulta más obvio aún, pues la posición del conductor no es tan tumbada y ve mejor sí o sí.

—Parece una tontería, pero los prototipos y GT se ayudan de la más moderna tecnología en iluminación, de manera que los faros se encienden en cuanto caen cuatro gotas porque ver resulta prioritario. En Fórmula 1 no gastamos de esas cosas, desgraciadamente, cabe decir, porque el formato de competición va de otra cosa diferente al del WEC, al menos nominalmente.

—Puede parecer que me estoy pitorreando, pero los cacharros que disputan las 24 Horas incorporan limpiaparabrisas y en la Fórmula 1 tampoco se gasta de eso...

Hay más razones: menor distancia entre ejes, menor tamaño global a casi idéntica anchura, más espacio para organizar el reparto de pesos y, por tanto, mayor estabilidad dinámica, pero lo dejo para otro momento porque mucho me temo que seguiremos hablando de la lluvia, y lamentando que los F1 no puedan rodar bajo condiciones tan bonitas como las que se han dado este pasado fin de semana en La Sarthe.

Os leo.

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