La teoría dice que los pilotos no pueden estar por encima de las posibilidades de sus vehículos, pero hay días, como el sábado, en que resultaba preferible hacer oídos sordos a esas salmodias y creer que los milagros son posibles, que haberlas haylas, que aún existe espacio para seguir soñando sin que te arruine la esperanza la presencia de una suegra, de cualquier suegra.
Los Toro Rosso comenzaban el fin de semana como un equipo. Lo de Carlos era de Daniil y lo del de Ufá era del madrileño. El progreso común se fue consolidando, y, en calificación —seguramente gracias a las características del trazado de Marina Bay y a la menor presión que impuso Pirelli en las gomas traseras—, Kvyat y Sáinz se pusieron muy por encima de sus respectivos vehículos porque hay momentos en que hay que hacer de tripas corazón, tragarse las lágrimas, y arrear más allá de los límites con tal de hacer que los gurúes muerdan el polvo.
La verdad es que entre tanto ¡ahora sí! como rodea la incontestable victoria de Nico Rosberg en Singapur, queda muy poco espacio para otras cosas. Mucho menos para romper la ortodoxia dominante, dar un paso al frente o dejar de ser políticamente correctos, admitiendo que bajo determinadas circunstancias, dos almas totalmente desahuciadas fueron capaces de romper la rutina el sábado y domingo pasados.
Sí, dos dignos representantes de ese proletariado de elite que cobra mucho porque se juega la vida, dos integrantes de esa estirpe que tasa a la baja en un mundo cada vez más tecnificado, dos buenos exponentes de por qué debemos seguir llamando a esto Mundial de Pilotos, nos dieron una bonita lección de pundonor y agallas haciendo buena aquella frase del coronel Rafi Eitan: «Nunca des esperanza a alguien que se siente perdido porque lo volverás tremendamente peligroso.»
A Carlos y Daniil les quedaban muy pocos cartuchos antes de este pasado viernes. El STR11 no da para más, pero Marina Bay, como Mónaco, es un circuito de manos y esta peculiaridad no ha sido suficientemente valorada, siempre bajo mi humilde opinión. Y aquí radica el quid de la cuestión, porque con todo de frente, los coches dorsales 55 y 26 no tenían nada que perder y sí mucho que ganar, de forma que destacaron sobremanera en calificación y dieron toda la guerra que pudieron durante la carrera.
He vuelto a ver la fase clasificatoria y no se puede decir que lo tuvieran fácil. Si el coche de Faenza fuese un Red Bull pata negra seguro que habrían llegado mucho más lejos, pero conviene aterrizar y aceptar que las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran.
El Toro Rosso está herido de muerte y Kvyat y Sáinz protagonizan el papel de dos condenados a perder la vida que hace dos días vieron una oportunidad de tomar el aire y la aprovecharon.
Magnífica y heróica la defensa del ruso ante el ataque de Max Verstappen. Digna de que los coros del Ejército Soviético dedicaran a Daniil La Canción de los Partisanos. Duró poco para lo que me habría gustado, pero me contento con la cara de panolis que se le quedó a Helmut Marko y ese «Come on, man!» que delataba desde el puesto de conducción del vehículo número 33, que ni siquiera quien maneja la trituradora de Red Bull contemplaba en sus peores pesadillas que dos muertos de hambre fuesen capaces de joderle el sueño.
A Carlos lo habían tumbado antes las baterías enemigas por volar demasiado bueno. Bandera negra con círculo naranja y con dos cojones. Cuando el espectáculo no es el que conviene, sale la suegra Charlie [Whiting] y pone las cosas en su sitio. Y así, siempre.
Pero sostengo en las manos un Laphroaig 18 Years Old que me regalaron por mi quincuagesimoséptimo cumpleaños, y estoy dando un sorbo largo a la copa que lo contiene porque podré contar a mis nietos que cuando ser piloto significaba poco menos que nada, un madrileño y un ruso en una escudería de mierda, pasaron desapercibidos para la prensa mayoritaria y el vulgo, habiendo firmado en Singapur uno (o dos) de esos episodios de nuestra Fórmula 1 que hoy buscamos con añoranza en el pasado mientras dejamos pasar el presente y pensamos, y analizamos sesudamente, qué será de nosotros en el futuro, cuando Fernando cuelgue los guantes y el casco.
Os leo.
Los Toro Rosso comenzaban el fin de semana como un equipo. Lo de Carlos era de Daniil y lo del de Ufá era del madrileño. El progreso común se fue consolidando, y, en calificación —seguramente gracias a las características del trazado de Marina Bay y a la menor presión que impuso Pirelli en las gomas traseras—, Kvyat y Sáinz se pusieron muy por encima de sus respectivos vehículos porque hay momentos en que hay que hacer de tripas corazón, tragarse las lágrimas, y arrear más allá de los límites con tal de hacer que los gurúes muerdan el polvo.
La verdad es que entre tanto ¡ahora sí! como rodea la incontestable victoria de Nico Rosberg en Singapur, queda muy poco espacio para otras cosas. Mucho menos para romper la ortodoxia dominante, dar un paso al frente o dejar de ser políticamente correctos, admitiendo que bajo determinadas circunstancias, dos almas totalmente desahuciadas fueron capaces de romper la rutina el sábado y domingo pasados.
Sí, dos dignos representantes de ese proletariado de elite que cobra mucho porque se juega la vida, dos integrantes de esa estirpe que tasa a la baja en un mundo cada vez más tecnificado, dos buenos exponentes de por qué debemos seguir llamando a esto Mundial de Pilotos, nos dieron una bonita lección de pundonor y agallas haciendo buena aquella frase del coronel Rafi Eitan: «Nunca des esperanza a alguien que se siente perdido porque lo volverás tremendamente peligroso.»
A Carlos y Daniil les quedaban muy pocos cartuchos antes de este pasado viernes. El STR11 no da para más, pero Marina Bay, como Mónaco, es un circuito de manos y esta peculiaridad no ha sido suficientemente valorada, siempre bajo mi humilde opinión. Y aquí radica el quid de la cuestión, porque con todo de frente, los coches dorsales 55 y 26 no tenían nada que perder y sí mucho que ganar, de forma que destacaron sobremanera en calificación y dieron toda la guerra que pudieron durante la carrera.
He vuelto a ver la fase clasificatoria y no se puede decir que lo tuvieran fácil. Si el coche de Faenza fuese un Red Bull pata negra seguro que habrían llegado mucho más lejos, pero conviene aterrizar y aceptar que las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran.
El Toro Rosso está herido de muerte y Kvyat y Sáinz protagonizan el papel de dos condenados a perder la vida que hace dos días vieron una oportunidad de tomar el aire y la aprovecharon.
Magnífica y heróica la defensa del ruso ante el ataque de Max Verstappen. Digna de que los coros del Ejército Soviético dedicaran a Daniil La Canción de los Partisanos. Duró poco para lo que me habría gustado, pero me contento con la cara de panolis que se le quedó a Helmut Marko y ese «Come on, man!» que delataba desde el puesto de conducción del vehículo número 33, que ni siquiera quien maneja la trituradora de Red Bull contemplaba en sus peores pesadillas que dos muertos de hambre fuesen capaces de joderle el sueño.
A Carlos lo habían tumbado antes las baterías enemigas por volar demasiado bueno. Bandera negra con círculo naranja y con dos cojones. Cuando el espectáculo no es el que conviene, sale la suegra Charlie [Whiting] y pone las cosas en su sitio. Y así, siempre.
Pero sostengo en las manos un Laphroaig 18 Years Old que me regalaron por mi quincuagesimoséptimo cumpleaños, y estoy dando un sorbo largo a la copa que lo contiene porque podré contar a mis nietos que cuando ser piloto significaba poco menos que nada, un madrileño y un ruso en una escudería de mierda, pasaron desapercibidos para la prensa mayoritaria y el vulgo, habiendo firmado en Singapur uno (o dos) de esos episodios de nuestra Fórmula 1 que hoy buscamos con añoranza en el pasado mientras dejamos pasar el presente y pensamos, y analizamos sesudamente, qué será de nosotros en el futuro, cuando Fernando cuelgue los guantes y el casco.
Os leo.
2 comentarios:
Coincido con lo que , brillantemente como siempre , expones : lo más emocionante de la carrera y de lo vivido últimamente fueron esas vueltas de Kvyat por todo el significado que llevaban dentro .....magnífico
Completamente de acuerdo. Kvyat, al que he adoptado como uno de mis pilotos favoritos desde que le degradaran, dio una lección de dignidad demostrando que si le dejan, puede ir rápido, como ya demostrara en Red Bull. Y Carlos, pues eso, que es un magnífico piloto.
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