Sus ojos son de un tiempo ya lejano, pero me valen hoy porque ayer 
perdieron su brillo acerado hasta volverse opacos sobre el césped y la 
grava de Albert Park.
Mal día para hispanoamérica en Australia. Felipe, molesto a pesar de 
su cuarto puesto; Sergio, errabundo sobre un McLaren que no quiere ni 
reconocerlo; Esteban, encasquillado, doblado y en cierto modo herido en 
sus entrañas, nada menos que en el día de su estreno; y Pastor, 
maltratado en su amor propio tras comprobar una vez más, que Gran Kahuna
 hace eones que no visita las playas de Grove, para sortear y cabalgar 
las olas gigantes que pusieron nombre y apellidos a la escudería de Sir 
Frank.
Se ve que ni el tigrillo, ni el puma, ni 
la anaconda ni la serpiente de cascabel, andaban ayer para festejos. 
Maldonado quería rendir homenaje a Chávez y Massa a Baroa 
Fittipaldi, y ninguno de los dos consiguió hacerlo. Pérez moría por 
primera vez de éxito, y Gutiérrez… El mexicano se enfrentaba tambien por
 primera vez, a esa sombra japonesa que hizo crowdfunding en un intento desesperado por retener el asiento que puso Sauber en subasta a finales del año pasado.
Recuerdo a Juancho Montoya y sus ojos, su mirada, cuando el 
colombiano clavaba la rodilla en tierra para decir hasta aquí hemos 
llegado, y la replico con precisión milimétrica en la que mostraba ayer 
Pastor Maldonado a través de la abertura de su casco, cuando de regreso a
 boxes, el venezolano parecía de lejos y de cerca, la silueta de un cacique vencido en el campo de batalla.
Me diréis que estoy rematadamente loco, que es demasiado tarde, pero 
confieso que la victoria europea sobre la escuadra hispanoaméricana, 
ayer, siempre ayer, me supo a derrota de la Invencible en aguas de la 
mar océana, cuando fue a luchar contra el enemigo y se encontró con que 
el enemigo era ella y no los elementos a los que aludió el monarca 
Felipe II, cuyo sol ni se ponía ni se alzaba, pues en vez de hacer el 
recorrido de circunvalación completo, trazaba un arco minúsculo para que
 todas las cosas estuvieran en su sitio.
Me dolió y no sé muy bien por qué, pero me dolío y esta tarde he 
dejado de preguntar por la razón, si es que la hay, de por qué ayer, ver
 a Pastor apearse se su jungla, a Sergio y a Esteban felices en su 
desierto, y a Felipe, mi Felipe, profundamente cabizbajo, me apenó como 
si tuviera con ellos algo más que el idioma (bueno, el portugués no es 
tan difícil, ¿no?).
Los ojos de Pastor corresponden a un tiempo ya lejano, pero me valen 
hoy porque ayer perdieron su brillo acerado hasta volverse opacos sobre 
el césped y la grava de Melbourne. El FW35 parece inconducible, como el 
MP4/28, más o menos. El C32 tampoco es que sea una tralla, y aunque lo 
de Felipe no tiene nombre se mire como se mire, aquí seguiré, esperando 
un mañana que difumine y haga que se pierda definitivamente en la 
memoria y en el horizonte, el ayer que desafortunadamente vivimos ayer.
 

 
1 comentario:
Me emocionó el tono de Pastor en la entrevista tras su abandono. Estaba realmente contrariado,pero en su forma de expresarse parecía que era su corazón quién hablaba.Sus gestos no tienen desperdicio. Estos chicos se juegan más de lo que parece en este circo. El portugués ¿fácil?...si lo hablan despacito y superficialmente. Jose, pero a cambio del fracaso en F1 esta semana Latinoamérica gana un Papa, el autoproclamado de y para los pobres (no sólo de espíritu).Muy pronto les llegará ayuda intercedida ;) Un saludo
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