Los ingleses tienen cosas maravillosas menos la comida y ese tacto nefando que arruina todo lo que toca. Bueno, tampoco es que sea para enmarcar su concepción del deporte cuando piensan que la Humanidad les debe la victoria absoluta y la pleitesía y el yo qué sé...
Dejémoslo en que los ingleses tienen cosas maravillosas y ya vosotros vais rellenando las sucesivas líneas de puntos, porque a mí, Lando sigue sin colmarme por mucho empeño que ponen (los especialistas isleños, claro) en que está muy por encima del piloto que vemos cada fin de semana de carrera, y aquí resulta obvio decir que, a lo peor, Norris está jugando con nosotros y la prensa internacional haciendo ver que gestiona sus oportunidades con una maestría sin par, enfocada más a mantener vivo el espectáculo que a obtener golosos resultados en pista.
Si os soy sincero, que suelo serlo en la medida de mis limitadas posibilidades, no creo mucho en lo que acabo de escribir como colofón al párrafo anterior, pues veo al de Bristol siempre asfixiado en pista, apesadumbrado, acojonadillo a ratos, en todo caso, en el polo opuesto al tipo que puso en aprietos a Max Verstappen durante 2024 o al que controla a Piastri en 2025, cual gato que juega con un ratón antes de comérselo.
Será la edad, y los años de sofá, pero juraría que a nuestro protagonista le faltan mucho hervores a pesar de ser el más firme candidato a llevarse el Mundial de esta temporada, y que, si al final lo consigue y se calza el título, va a ser algo así como la bajona que sufrimos cuando Lewis consiguió el de 2008 y no supimos ni dónde meternos.
Os leo.
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