viernes, 15 de julio de 2016

El temazo del verano


Avanzamos a buen ritmo hacia esa ratonera que atiende al nombre de Hungaroring, un lugar donde el sábado es crucial como en Mónaco, y las gomas... Bueno, quizás no tanto, que a lo mejor aguantan tres o cuatro grandes premios seguidos, como durante aquella mítica edición que ganó Mark Webber en 2010, cuando andaba por aquí la japonesa Bridgestone haciendo lo que la mandaban, como Pirelli ahora.

Ha llovido lo suyo desde entonces aunque sigue habiendo cosas que no cambian, como por ejemplo: el empeño en hacer una ciencia exacta de lo que es simple y llana especulación, y si me lo permitís, intentando ganar una partida en la que quien reparte cartas es el tahúr.

Entender algo de esto es saber cada vez menos de todo. En mi caso, saber que no tengo ni bolita de cristal ni varita mágica, aunque a cambio disponga de la paciencia suficiente como para sentarme a esperar a que las cosas ocurran como sucedieron, y una memoria que me permite recordar quién me dejó solo y cuándo.

Y así, los veranos me suenan siempre con las mismas tonalidades, incluso cuando se nota en el ambiente que hay necesidad de dar con el temazo. Esa canción pegadiza que recordaremos en otoño al grito de ¡ya lo dije!

Y no, éste no es el año de Hamilton ni perderá el campeonato porque no tiene motores. Eso supone desmerecer a Nico y ya sabemos lo que opinan los expertos pata negra al respecto: desmerecer al rival es desmerecerse a uno mismo. No pequemos pues. Dejemos de cosificar al hijo de Keke para que a Lewis le salgan todas las cuentas, incluso las que no ha resuelto. Ni uno ni otro lo merecen, mucho menos nosotros.

En unos días atravesaremos el ecuador de la temporada y en un poquito más nos pondremos en Spa-Francorchamps.

En 2014, más o menos por esta época, antes de llegar a Bélgica en todo caso, Rosberg sacaba a Hamilton 11 puntos. Iban empatados a victorias pero el alemán había sido más inteligente que el de Tewin y había cosechado más segundos puestos (5 a 2). A la salida de la prueba belga, la distancia aumentaba a 29 puntos a favor del rubiales y por lo que todos sabemos, pero a partir de Monza comenzaron a suceder cosas y acabó ganando el título el hijo de Anthony...

Nadie compuso canciones con eso, tal vez porque no sufríamos la canícula ni había necesidad de escenificar el ¡yo he vencido a mis fantasmas!, ni por supuesto, de ponerse la tirita antes de recibir la herida.

Lewis teme a Nico, ése sería un buen estribillo para el temazo de este verano. A lo mejor me suelto el pelo y clavo unas estrofas de cómo un león temía a un cordero simplemente porque no supo cambiar de rutina en 9 años. Redordad: la única diferencia entre cazador y presa, es que uno de los dos conoce con antelación cuál va a ser el siguiente movimiento del otro.

Por cierto, en la imagen de entrada soy el que lleva el cayado pequeño, el alto es un erudito de los muchos que nos sobran.

Os leo.

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