jueves, 12 de febrero de 2015

Marchionne y el frío


Las casualidades no existen, lo leí en un libro de Kip Thorne. También he leído recientemente que se ha presentado junto al chasis real del Lotus 49b que condujo Graham Hill, una maqueta del mismo vehículo a escala 1:12, que supuestamente fabricó con sus propias manos Adrian Newey a la tierna edad de «apenas 10 años».

El ingeniero británico nació el día posterior al de Natividad de 1958. El 26 de diciembre, por concretar el asunto. Lo que nos pone en que ese «apenas 10 años» nos sitúa en algún espacio y lugar de 1969, precisamente cuando Tamiya había comercializado ya su Lotus 49b a escala 1:12 con librea Gold Leaf y dorsal número 1... Así, Adrian podría no haber fabricado el juguete sino que se habría limitado a montar con sus propias manos una maqueta de plástico, dicho sea de paso, de idéntica manera a como hacían y siguen haciendo millones de personas de todas la edades a lo largo y ancho del planeta —yo entre ellas, como cuento en mi libro—.

De ser cierto lo que estoy insinuando, sin duda la historia pierde buena carga de su gracia, lo reconozco. El mago de Milton Keynes no sería Harry Potter de pequeño sino que fue un niño similar a otros, con las mismas aficiones y el mismo afán por descubrir cómo funciona el mundo. Incluso como Kip Thorne, quien algo más temprano que Newey, ya jugaba con su madre a replicar el sistema solar entre ecuaciones y esferas de madera de diferentes tamaños.

Dicho lo cual, desconozco por completo si don Sergio Marchionne hacía maquetas cuando niño, o si por el contrario, se entretenía ya entonces paseando su jersey por las páginas de economía de los diarios. Lo que si tengo claro es que el presidente de Ferrari no sueña como soñaba il Padrino.

Enzo como Adrian o Kip, tuvo infancia, y el de Módena la prolongó hasta donde pudo. Pasó de construir con sus propias manos goitiberas a terminar haciendo bellísimos autos rossos porque necesitaba dinero para seguir compitiendo y soñando.

Marchionne no está hecho de la misma pasta. Lo suyo son los números, los dossieres y memorandos y por supuesto, las cuentas de resultados. Y así resulta comprensible que ahora mismo esté sintiendo algo de frío y afirme en público: «Estoy animado por el rendimiento del coche nuevo, pero una cosa es hacer una vuelta rápida y otra ser veloz durante todo un Gran Premio.»

Para qué soñar y animar a otros a hacerlo, si se puede coger una manta, ¿no?

No, las casualidades no existen. Os leo.

1 comentario:

J-CAR dijo...

Don Sergio merecía una buena repregunta. Últimamente hace declaraciones pintonas pero un tanto indefinidas.

Las casualidades no existen. ¿Dios no juega a los dados? ¿Acaso no lo hizo al otorgarnos el libre albedrío?
Es una evidencia que el animal humano es libre desde los más profundo de su ser y que esa libertad es irreductible. Por más que muchos pretendan obviarlo, y por más intentos que hagamos a lo largo de nuestra historia para tratar de eliminar ese problema tan molesto para la governanza.

¡Saludos!