Y me dirán ustedes...

Si en las relaciones horizontales resulta más fácil hacer amigos (o enemigos), en las verticales es donde se vislumbra con mayor claridad su calidad. Sea como fuere, esta mañana aquí en Europa, Michael se entretenía en Corea haciendo de matón de barrio con Pedro, total por un quítame allá esas pajas. 

El barcelonés salía de garajes e importunaba al alemán, y éste, lejos de asumir que la pista es de todos y que hoy atacas a Vergne por la espalda en carrera y mañana un HRT te jode la vuelta rápida en entrenamientos, se ha puesto chubarra y ha llevado al español casi a salirse de la pista. No contento con su hazaña, ha tardado una vuelta en espabilarse de la tontería y dejar en paz a uno de los pilotos que acostumbra a ser de los últimos integrantes de la parrilla.

Me preguntarán ustedes qué importancia tiene todo esto cuando Fernando y Sebastian se están jugando el campeonato, pero la tiene o al menos me lo parece, porque teóricamente esto de la F1 es un deporte de caballeros, o lo era hasta hace poco, y al Kaiser le sale la vena idiota cuando menos te lo esperas, y no lo digo porque el tocado con la cara más oscura del piloto más grande de todos los tiempos (eso dicen sus siete campeonatos mundiales) sea nuestro compatriota, sino porque la cosa delata que a Schumi se le ha estropeado el termostato, como cuando arrinconó a Barrichello contra el muro de Hungaroring.

Comprendo que el de Kerpen no tiene que estar pasando por un buen momento, pero es un Príncipe de Asturias del Deporte, el tipo que atesora una de las mejores estadísticas de todos los tiempos, el único heptacampeón mundial en activo y esas cosas, y por ello entiendo que no sería mucho pedir solicitarle algo más de generosidad en pista.

Vale, las está pasando putas por aquello de que creyó a Brawn en lo de ayudar a la resurrección de la de las tres puntas, y es evidente que al menos una de ellas se le ha atragantado, pero no son de recibo estas maneras que muestra cuando menos falta hace. Él lo ha ganado todo, ha batido casi todos los récords, ha vuelto porque ha querido (ya le gustaría a Trulli disponer de tamaña oportunidad), y cobra un pastizal por hacer el indio. Vamos, que puestos, no creo que tenga nada de qué quejarse salvo de que apostó en 2010 por la mula parda en vez de por la yegua ganadora, pero eso no es culpa de Pedro, ni de Kamui, ni de Bruno, ni de Jean-Éric, ni por supuesto de Rubens.

Uno se hace grande para ser grande toda la puta vida. Indurain, por ejemplo, es grande porque fue grande, no sé si nos entendemos. Armstrong, sin embargo, es una castaña pinchada en un palo porque jugó a ser grande sin serlo... Y el caso que Michael desmerece lo suyo con este tipo de actitudes, y queda feo, y para colmo no le hace ningun favor ni a él ni al deporte. 

Puestos a pedir le diría a Bernie que le llame a capítulo. Que le diga que así no se va a ninguna parte; que le recomiende un poco más de altura de miras; y si no lo comprende, que le insinúe que se vaya a tomar por donde amargan los pepinos. Ecclestone es el summum y sabrá manejar la situación por el bien de todos, y el alemán debería aceptar la reprimenda porque es lo que le conviene y lo que nos conviene a los aficionados, ya que tener mitos que dan vergüenza suele ser un mal negocio, pues cuando menos lo esperas, un portero, una señora de la limpieza o un mindundis cualquiera, de esos que exaperan a los entendidos pata negra, te suelta a la cara que la F1 es un mundo elitista que encumbra a malnacidos a los que no tienen narices de pasar la garlopa para bajarles los humos.

Y me dirán ustedes que de qué va todo esto, y contestaré que de actitudes, porque las hay que no son de recibo y las hay que edifican, que suman, que ayudan a que todo progrese... Michael tal cual se muestra ahora mismo, resta, y eso es una evidencia.

Os leo.