miércoles, 30 de mayo de 2012

The monster is coming


Con ocasión de la celebración del G.P. de Mónaco, Internet se ha llenado de imágenes y escritos que hacían referencia a tiempos gloriosos, como si los que hemos usado este tipo de recurso en cierto modo barato, buscáramos atrapar en el aire los ecos todavía tibios de hazañas que sin duda lo fueron, porque sin ellas, nuestro deporte, lo que contamos o tratamos de transmitir sobre él, pierde demasiados enteros.

En el fondo todos sabemos de qué va el asunto, y entre fábula y fábula o entre queja y queja, no dejamos de ser conscientes de que jugamos a reconstruir el pasado en un presente que sencillamente se nos escapa entre los dedos, de manera que a veces ocurre que con tanta épica suelta a desmano, nos empeñamos en que nos divertimos con algo en lo que uno de sus más directos protagonistas insinúa haberse aburrido. Sin que suponga ningún contrasentido, ¡ojo!, pues como ocurre en muchos ámbitos de la vida, en la F1 siempre son más sabrosos los preparativos y siempre resulta más jugosa la disposición de nuestras ilusiones sobre el tablero que el desenlace mismo de la partida, de manera que a la postre intervenimos en el lance que transcurre sobre la pista, tanto o más que aquellos que lo ejecutan.

Luego toca defender, amarrar o soltar lo que dijimos, y hasta la próxima, que diría aquél… Pero hay hechos, carreras en este caso, que trascienden tal estado de cosas.

Impredecibles por la enorme cantidad de variables que incorporan, resulta aventurado elegir candidatos a la victoria, por ejemplo, salvo que concurra alguna de esas circunstancias en las que la superioridad de tal o cual pretendiente sea tan abusiva, que incluso podría acabar con el espectáculo… Si éste se dejara, desde luego, que no suele hacerlo porque siempre acostumbra a quedar por muy encima.

Un marco incomparable compuesto por una variedad interesante de máquinas que aseguran la incertidumbre en las diferentes categorías en que participa cada una de ellas, una panoplia de pilotos que raramente se podría concentrar en otro sitio, y un esquema tan sencillo como eficiente: todos los vehículos compiten desde la diversidad pudiendo optar a la victoria final.

Si a ello sumamos un escenario que destila tradición por los cuatro costados, hermoso hasta decir basta, un ambiente como hay pocos en el mundo del automovilismo deportivo, y que a lo que se juega sobre un asfalto de casi 14 kilómetros de recorrido es a ser el más inteligente y el que llega más lejos, obtenemos inmediatamente el Valhalla de cualquier aficionado, un auténtico santuario, en cierto modo un monstruo sagrado que ha sabido mantenerse ajeno al paso del tiempo, en cuyas entrañas, prueba tras prueba, sigue reinando la magia.

En apenas 16 días, el circuito francés de La Sarthe abrirá sus puertas para acoger la octagésima edición de las 24 Horas de Le Mans, la carrera de Resistencia más importante del mundo, cita en la que los coches corren de noche y de día, bajo la lluvia o en seco, cambiando innumerables veces de neumáticos, rellenando una y otra vez sus depósitos. Donde hay lugar para reparar desperfectos, para sustituir piezas, para que los pilotos y sus máquinas desfallezcan y se recuperen, para que acechen y se defiendan, para que rompan, tiren la toalla o lleguen a meta. Donde hay tiempo para que los generales de cada equipo hagan brillar sus estrellas para llorar más tarde de tristeza o alegría, o incluso para que abandonen sus cuarteles yendo a felicitar a quien les ha batido, porque lo ha hecho en un auténtico campo de batalla.

Hoy sí, hoy si cabe poner una foto épica para decorar este montón de palabras, y es que las 24 Horas lo valen siempre, cuando corrían los dos trastos de la imagen, el 917K de Porsche y el 512S de Ferrari, y seguro que también dentro de un par de semanas, aunque los modernos protagonistas sin duda respondan a otros nombres.


2 comentarios:

GRING dijo...

Vamos, que si Fernando se aburre en un F1 por las calles de Montecarlo, con tanta estrategia y tanta mandanga,¿en Le Mans? ¿24 horas?. Creo recordar declaraciones de Fernando,en los tiempos de los V-10,en que aseguraba que era más divertido conducir un kart que un F1.Lo más gracioso es que estando muy contento con el resultado confiesa que se ha aburrido. Señores, este año Fernando está como nunca.Gran post, Orroe,con muchísimo fondo que merece la pena releer y rumiar. Buen día.

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Buenos días.

Gring ;) El asunto da para mucho, la verdad. Esa extraña divergencia entre lo que sienten los deportistas y lo que siente el público que los disfruta ;)

Un abrazote

Jose