Moción de confianza

Hace dos años, más o menos, escribía aquí mismo una entrada dedicada a Felipe Massa, en la que si bien no consideraba pertinente poner en cautela las condiciones físicas del brasileño en su retorno tras su accidente en Hungría del año anterior, sí lo hacía en cuanto a las psicológicas, porque éstas siempre suponen un terreno complicado de valorar, y más cuando estamos hablando de la recuperación total de un deportista de elite.

Ha llovido bastante, desde luego, y en el caso del paulista en forma de piedras, ya que Massa, Felipe, mi Felipe, es uno de esos tipos que siempre concitan sobre sí las dudas y las iras del respetable y la prensa especializada, cuando no los truenos y los rayos de quien simplemente pasaba por allí, porque para eso es Felipe y para eso está en la nómina de Maranello.

Aquel 2010, mi Felipe lo resolvió de aquella manera, buscando encontrarse de nuevo al volante de un Ferrari, mientras intentaba no perder el puesto en La Scuderia que tanto trabajo le había costado alcanzar tras la retirada del Kaiser, puesto que se lo estaba jugando a cara de perro en cada carrera con un Fernando Alonso recién ascendido a rosso.

Como sabemos todos, aquella partida la ganó el asturiano, y mi Felipe se tronzaba aún más porque en las cosas de recuperar la confianza en uno mismo, lo peor que te puede ocurrir es que las circunstancias aumenten su presión por centímetro cuadrado hasta el punto de que en Alemania, te digan por radio que tu compañero viene como un tiro cuando eres tú quien va delante.

Mi Felipe comenzaba turbio 2011, en un mundo hostil y sobre un vehículo difícil de conducir. Se ha recurrido para justificar su bajo rendimiento al manido asunto de la adecuación a los neumáticos que tanto sirven para un Webber o para un descosido, y aunque sigo siendo de los pocos que perseveran en ver la causa del desfallecimiento de Massa en el muelle que soltó el Brawn GP de Barrichello en Hungaroring 2009, hay que admitir que Felipe no ha exteriorizado síntomas de recuperación hasta que tuvo que vérselas en repetidas ocasiones con Lewis Hamilton.

Ahí sí, ahí estaba el Massa de toda la vida, dejando de lado sus propios malos rollos para batirse el cuero en cualquier batalla por chusca que fuera, porque el de Sao Paulo ha sido siempre muy amigo de meterse en bombardeos antes de comenzar a ser una sombra de sí mismo.

Como la historia por fortuna no ha terminado (siempre he sido un poco abogado de causas perdidas, lo siento), 2012 se presenta no como una reválida para el brasileño, que también, sino como una auténtica moción de censura a la que debe enfrentarse y resolver si quiere soñar con un pedazo de futuro que llevarse a la boca, porque mi Felipe sigue siendo rosso o nada, lo será hasta su retiro, y después de los lances con Hamilton algo me dice que está de nuevo motivado y sabe perfectamente cuál es su lugar en Maranello, y que por tanto estará atento a servir a la causa como sirvió en 2007, o mejor, como hizo en 2008, buscando como escudero el hueco por el cual apostar a ganar la guerra.

Si no me equivoco en mis estimaciones, que no querría, con el presumible retorno de Felipe, Fernando tendría por fin un rival en casa, y eso, permitidme que lo diga, para un tifosso siempre es bueno.