lunes, 29 de abril de 2019

Ouch!


Cuando Bernie tuvo la ingeniosa idea de solapar las 24 Horas de Le Mans de 2016 con el Gran Premio de Europa (hoy GP de Azerbaiyán), los monoplazas eran más estrechitos, concretamente de 1'8 metros de anchura. También las gomas lo eran, ya que no fue hasta 2017 que aumentaron su tamaño. 

En líneas generales, meter los coches por la parte antigua de Bakú suponía un atractivo para la carrera aunque ya entonces entraban con calzador. Chocaba, eso sí, y sigue chocando, que se admitiera la curva 8 mientras se había sacrificado la complejidad de la parabólica de Monza asfaltando el exterior de su cuerda, o se había retocado la 130R de Suzuka en aras de la seguridad, o, lisa y llanamente, se regaba de escapatorias la mayoría de circuitos del calendario donde es posible jugar al fútbol, que nos han sido vendidas bajo la etiqueta de necesarias y beneficiosas para la competición.

Y bien, sigue ahí el bendito embudo de la curva 8 en Bakú aunque los coches son más anchos y más largos ahora. Las gomas también son más voluminosas y los alerones delanteros más generosos de dimensiones que en 2016, y claro, sigue habiendo riesgo aunque cada vez queda menos margen para evitarlo, porque, como vengo diciendo desde hace tiempo: los vehículos parecen auténticos camiones.

Y en estas estamos cuando, este pasado sábado, Robert Kubica comete un error en su trazada y estampa su Williams contra las protecciones, y tiempo después Charles Leclerc comete otro error al trazar su trayectoria y también empotra su Ferrari prácticamente en el mismo lugar. El polaco tiene un cabreo monumental que le lleva a desaparecer casi treinta minutos, y otro tanto el monegasco, aunque no se hace el invisible. Se autoinculpa como stupid con el volante aún en las manos, se baja del coche y su cara es de pocos amigos cuando por fin llega al garaje...

Son dos situaciones similares, por no decir idénticas. La zona es muy delicada y los errores se pagan caros, y en este sentido, tanto Robert como Charles son conscientes de que la han cagado, uno por ir demasiado apañado por el lado izquierdo y el otro por llegar más abierto que lo aconsejable. Ambos terminan en las protecciones de la esquina de un edificio que no se puede modificar porque supone un imperativo para el show. En realidad toda la sección desde la curva 8 a la 11 es un aliciente para el espectáculo aunque también sea un chocante contrasentido, una anomalía que no se da ni en el ratonero Mónaco.

Se busca la máxima seguridad en la Fórmula 1 pero se mantiene en pie esta viñeta turística que hace de Bakú un trazado tan especial. No se disputan carreras en mojado pero, a cambio, disponemos de unas bonitas murallas del siglo XIX y una callejuela serpenteante entre edificios que hacen las delicias del público televidente. Y cuando sucede lo que tiene que suceder porque los monoplazas empiezan a no caber, siempre nos queda el recurso de mirar para otro lado —en este caso a la bisoñez de Leclerc o a los impedimentos físicos de Kubica—, con tal de evitar decir que ese tramo y esa curva no deberían tener sitio en el campeonato.

Os leo.

2 comentarios:

pocascanas dijo...

Se imaginan un crashgate en Bakú?
El segundo choca en la curva 8, frena a todos los demás porque simplemente no se puede pasar, y el primero se escapa...
Jajajajajaja!!!!!

karatecla dijo...

Los circuitos son patateros, pero es lo que hay. Robert y Charles cometieron errores, igual que los podían haber cometido en México o en España. El circuito es el mismo para todos.
Eso sí, viendo carreras del 2005 estos coches parecen portaviones...