miércoles, 9 de agosto de 2017

La delgada línea roja


Quedan nueve pruebas por delante y Ferrari tiene un bonito marrón sobre la mesa. Detrás de Mercedes AMG en el Mundial de Constructores y con Sebastian liderando por muy poco el de Pilotos, nadie en su sano juicio apostaría a que el hombre de la foto vaya a dormir tranquilo de aquí a Abu Dhabi.

Arrivabene tiene la clave de lo que suceda de Bélgica en adelante. Es el supremo relojero de la rossa y a él le van a caer más boinazos que a nadie si 2017 no se salda con al menos un título.

Va para tres años que Luca Cordero di Montezemolo salió de La Scuderia para dejar paso a Sergio Marchionne. Maurizio sustituía entonces a Marco Mattiacci, aquel pulpo con gafas de sol que hizo trizas el garaje tras ocupar el puesto de Stefano Domenicali.

Dos temporadas para firmar un nuevo proyecto resultaría algo más que aceptable en cualquier otro equipo. Si atendemos a todas las dificultades que ha encontrado en su camino la de Il Cavallino Rampante, incluso serviría como atenuente de no significar demasiado tiempo para Maranello, ya que la hiperventilación de la etapa Schumacher ha acortado sensiblemente la duración de los episodios de espera.

Y es que a tontas y a bobas, el último logro de la italiana en la de conductores se remonta a 2007, y el último de marcas, a 2008. Echad cuentas.

Maurizio no tiene culpa de esto, lógicamente, ni de que haya calado en el público más permeable a estas tonterías, que Ferrari poco menos que vive de éxitos y victorias, aplastantes a poder ser —que nos lo cuenten a Joserra, a mí, o a cualquiera de los tifosi old school—, pero el de Brescia es la cara visible de la nueva cultura que venía a arreglarlo todo en 2015, y como no se cuide un poco a lo peor se la parten.

El que saldrá ileso es don Sergio. Como buen general de todos los ejércitos lo suyo es quedar bonito en la foto y decir hay que hacer esto o aquello para que de llevarlo a cabo se encargue otro, la tropa, mayormente.

Existe un libro precioso sobre este tema, que, además, fue llevado luego a película: La delgada línea roja. Pero no me distraigo. Marchionne tenía que haber sido un poco menos arrogante, haber pensado que a Montezemolo se le podía olvidar sin que hiciesen falta toneladas de explosivo con que dinamitar su legado, y desde luego, que los subcampeonatos, en tiempos de hambre, casi valen tanto como las victorias.

Sea como fuere, a esta Ferrari moderna la gobierna Sergio desde un despacho pero la defienden en pista Maurizio y sus hombres. Arrivabene, Vettel y Raikkonen, tienen ahora la obligación de hacer bueno a su jefe, y ahí está jodidita la cosa porque hay demasiada prisa por obtener resultados y Brackley no está por la labor de cederlos fácilmente.

El manús de la foto de arriba tiene en sus manos las llaves de los siete reinos. Dios quiera que acierte con cada uno de los cerrojos que quedan.

In Maurizio we trust...

Os leo.

2 comentarios:

enrique dijo...

No le supongo ningún talento al señor Maurizio en el mundo de la F1, salvo la arenga testicular a la tropa y tocar arrebato.

chema dijo...

Creo que todo se reduce a potencia. Con unos Pirelli rocosos solo pueden buscar mas CV que les permitan poner en apuros a Mercedes en circuitos rápidos, asunto complicado por que la UP de Mercedes parece no tener fin.