sábado, 11 de julio de 2015

El mago de los fierros


A quien quizá sea el mejor conductor de todos los tiempos, le van a incomodar su bien merecido reposo, exhumando sus restos para comprobar si es padre de quien dice ser su hijo.

En principio, la noticia pasaría por ser una más si no fuese porque se trata de Fangio: el piloto que más veneración ha suscitado por centímetro cuadrado en la historia del automovilismo de competición, y junto a Enzo Ferrari, tal vez el hombre al que más citas se atribuyen en la Fórmula 1, con lo que ello conlleva.

La inteligencia al volante es una cosa y lejos de él, otra bien distinta. Y el caso es que el de Balcarce la tenía bien afilada dentro y fuera del habitáculo, tanto es así, que sus palabras siempre han sonado a hondura filosófica de la que bebían tanto compañeros como periodistas y aficionados, y así, por los siglos de los siglos, amén.

Es retórica, no me lo tengáis en cuenta, pero manda un poco de narices que por esto del hijo nunca reconocido, haya quien en el momento de escribir estas líneas se sienta defraudado con el argentino.

¿Defraudado por qué? ¿Porque el Chueco tuviese debilidades humanas. Porque no quisiese restañar sus heridas a tiempo. Porque por un vaya usted a saber que nunca lograremos entender, prefiriera en un momento dado mirar para otro lado...?

La Historia rebosa hijos ilegítimos y más hijos de mala madre o de mal padre de los que somos capaces de asimilar, pero lo políticamente correcto se ha instalado entre nosotros y vemos la vida a la manera anglosajona, igualito que hacíamos antes cuando éramos mediterráneos, pero acojonados ahora porque cualquier mindundis nos la pueda afear, señalándonos con el dedo en nuestros abundantes pecados. 

Necesitamos consejeros incluso para meternos en la cama. Una supernanny que nos diga cómo hay que educar a nuestros vástagos, un asesor que nos indique cómo cuidar de nuestros ahorros o cómo mear dentro de la taza, un gurú que nos susurre al oído si caminamos bien o lo hacemos mal, y que no nos falte un traductor que nos ayude a entender lo que nos rodea. Un trainer, un coach... Alguien siempre a mano, que nos sugiera que tal vez nos iría mejor usando pegamento con sabor a fresa en nuestras relaciones sexuales, con tal de parecer lo que no somos, ni fuimos ni seremos.

Y aquí que el mago de los fierros se nos descascarilla por una menudencia y el mundo tiembla y hay quien se siente huérfano. ¡Memos. No hay que hacer pruebas de ADN para saber dónde están los auténticos hijos de Fangio. Ni cuál es su auténtico legado!

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pensamos que los tiempos cambian más deprisa que en el pasado, que son más duros que antiguamente y nos exigen más que antaño. Pero tanto ahora como hace 50 años, existen normas no escritas y miedos que nos hacen sentir con la obligación de hacer cosas que no nos gustan con tal de no salirnos de la trazada que dicen es la buena.
La ciencia nos contará una parte de la historia, el resto, nunca podremos conocerla.

Saludos
Sr.Polyphenol