Williams, con McLaren y Ferrari, es una imprescindible de la parrilla, y junto a la italiana, quizá la única que sobrevive por los siglos de los siglos a su propio devenir.
Es difícil no quererla. Trabé contacto con ella a finales de los setenta del siglo pasado —no ha llovido ni nada desde aquello—, cuando empezaba a ser un equipo con chance, como se decía. Y me encariñé poquitos años después, cómo no iba hacerlo, con aquel acto de rebeldía que protagonizó Carlitos Reutemann, Lole, cuando el argentino se negó a rendir pleitesía a Alan Jones en Brasil, segunda prueba de aquel campeonato.
Desde entonces, aunque tifoso hasta la médula, he sido leal a la británica —lo corto no quita lo perezoso ni lo cortés, lo valiente—. Unas veces más cerca y otras más lejos, obviamente, pero siempre esperando ver de nuevo a Keke echándose aquél pitillo en Silverstone 1985, o a un Piquet glorioso dando varilla a Senna en Estoril 1986.
Os leo.
Sus dos últimos campeones, Damon Hill y Jacques Villeneuve, a mi modo de ver no hacen honor a la enorme estatura de la escudería de Grove, por ello, entiendo perfectamente que quien más o quien menos entre las filas de sus numerosos aficionados, siga esperando como si no hubiese sucedido nada desde que Alain Prost se calzara su cuarto título mundial...
En todo caso, esperar es bonito. Y con Ferrari, McLaren o Williams, hacerlo es casi una constante, como la que alimenta a los surfistas cuando bajan a la paya en días nublados, cruzando los dedos para pillar olas.
Y de olas hablábamos, no tanto de aquella que en 1950 golpeó Tabac en Montecarlo, dejando media parrilla fuera de combate a poco de concluir la primera vuelta del Gran Premio, como de esa otra que pareció coger el año pasado la inglesa, pero se ha vuelto un espejismo en 2015.
Si alguien me pregunta acerca de a quién considero como mejor bloguero, sin pestañear pronuncio el nombre de Luis Marcelo Iriarte (F1 A.L.C.). Un desconocido para demasiada gente, aunque su blog, F1 A Lo Camba, es lo más parecido que recuerdo a la literatura e intención de Gabriel García Márquez. Luis es de Williams y en 2011 ambos nos acercábamos a la orilla soñando con que Williams podía hacerlo, que lo hizo el año pasado aunque nos supiera a poco. Y le imagino ahora descansando y feliz en sus cosas, esperando como hago yo, a que Williams pase este mal trago de las Pirelli delicaditas, y nos permita sonreír de nuevo como cuando el rudo Pastor Maldonado triunfaba en el Gran Premio de España contra todo pronóstico.
«Yo soy Keke Rosberg, soy el rayo finlandés. Ponme gasolina. Cámbiame las ruedas, revísame el turbo, aféitame con Williams. Aféitame
con Williams. Eres un mecánico fatal…»
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario