Dicen que el amor y el odio forman parte de la misma moneda, que es tan fácil cometer tonterías amando como odiando y que de idéntica manera aunque en inverso sentido, la ira y el calentón pueden llevar a obrar auténticos milagros a los seres humanos a quienes adornan.
Tengo mis propias teorías sobre lo sucedido este pasado fin de semana en Mónaco. Si fuese Hercule Poirot o Miss Marpple le preguntaría a Lewis por qué mencionó a Senna sin que se hubiese cometido aún la felonía de Nico en Mirabeau; porqué esa necesidad mostrada de manera tan temprana por elegir papel si el guión no estaba ni tan siquiera escrito; cuál se supone que era el desencadente que le llevó a caldear el ambiente con eso de que tenía más hambre de victorias que su compañero si era precisamente él, quien lideraba por entonces el campeonato...
Pero no soy Poirot ni Marpple ni el impagable Germán Areta y además, qué demonios, estoy mayor y el cuerpo me pide comprar asiento de primera fila entendiendo que realmente Lewis estaba enfurecido y le pudría la mala gaita por dentro, cuando decidió que su única opción en el Gran Premio de Mónaco pasaba por enseñarse de manera constante en los retrovisores de Nico.
Y es que aunque parezca baladí, hay que tenerlos bien cuadrados para dar cincuenta y tantas vueltas a la ratonera del Principado pegado a la cola del vehículo de tu principal enemigo. Ese, sí. Ese que viste los mismos colores que tú, que lleva mismo o parecido coche que tú, que comparte escuadra y tiene acceso a tus telemetrías y quién sabe si también hurga secretos inconfesables en el interior de tu taquilla.
Un peligro. El compañero siempre es un peligro y si no que se lo pregunten a Pedro cuando Eddie y él militaban en Jaguar.
En fin, que me distraigo. Lewis revivió ayer la furia que le alimentaba en el mismo escenario hace algunos años pero con mayor madurez y sobre todo, con algunos quintales de kilómetros y heridas en su amor propio a las espaldas. Si quería seguir vivo en el campeonato tenía la obligación de presionar a Rosberg sin cometer errores para que el alemán pudiera cometerlos, y lo hizo. Incluso cuando tuvo que aflojar, lo hizo aguantando la embestida de Ricciardo porque el miserable punto de saldo conseguido en Interlagos 2008 todavía escuece.
Tiene equipo, tiene coche y tiene enemigo, y en Monaco estaba ebrio de ira o lo parecía, y aunque cabría preguntarse quién será el desencabronador que lo desencabrone no me interesa la respuesta, ya que ayer, de nuevo, como tantas otras veces estos últimos años, disfruté con el Lewis piloto que me interesa, sobre la pista, donde conviene tener los ojos posados cuando se disputa una carrera de autos.
Os leo.
Y es que aunque parezca baladí, hay que tenerlos bien cuadrados para dar cincuenta y tantas vueltas a la ratonera del Principado pegado a la cola del vehículo de tu principal enemigo. Ese, sí. Ese que viste los mismos colores que tú, que lleva mismo o parecido coche que tú, que comparte escuadra y tiene acceso a tus telemetrías y quién sabe si también hurga secretos inconfesables en el interior de tu taquilla.
Un peligro. El compañero siempre es un peligro y si no que se lo pregunten a Pedro cuando Eddie y él militaban en Jaguar.
En fin, que me distraigo. Lewis revivió ayer la furia que le alimentaba en el mismo escenario hace algunos años pero con mayor madurez y sobre todo, con algunos quintales de kilómetros y heridas en su amor propio a las espaldas. Si quería seguir vivo en el campeonato tenía la obligación de presionar a Rosberg sin cometer errores para que el alemán pudiera cometerlos, y lo hizo. Incluso cuando tuvo que aflojar, lo hizo aguantando la embestida de Ricciardo porque el miserable punto de saldo conseguido en Interlagos 2008 todavía escuece.
Tiene equipo, tiene coche y tiene enemigo, y en Monaco estaba ebrio de ira o lo parecía, y aunque cabría preguntarse quién será el desencabronador que lo desencabrone no me interesa la respuesta, ya que ayer, de nuevo, como tantas otras veces estos últimos años, disfruté con el Lewis piloto que me interesa, sobre la pista, donde conviene tener los ojos posados cuando se disputa una carrera de autos.
Os leo.
4 comentarios:
El hijo del viento ha pasado por años dificiles, se ha labrado un nombre desde el polvo de los caminos y ahora vuelve al castillo como el principe que reivindica su cetro... pero hay que ver sus formas y si es digno de linaje de bicampeones...
Yo me quedo con Lord Sith, como ya nos aventuró Jose días atrás.
Los yates y el lujo no han podido evitar ese lado oscuro, casi barriobajero que Nico ha mostrado en Mónaco: tras su sonrisa se oculta un auténtico tipo del Bronx y está dispuesto a pelear por el mundial.
Ya que esta temporada está perdida para la causa, sólo espero que en Mercedes lidien bien la situación y dejen pelear a estos dos púgiles por el título.
En cuanto a Hamilton, lucha en un equipo alemán contra un piloto alemán, quizá ahora entienda muchas cosas.
Un abrazo!
Siendo Ham superior hoy en día en casi todas las facetas de una carrera, no le quito a Ros ni una sola de las posibilidades que tiene.
De hecho va líder, y según Ron Denis 2007 esa es la razón por la que Ham debe supeditarse a los intereses de Ros.
Como dice Inter, un piloto tudesco en un equipo tudesco
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