viernes, 8 de noviembre de 2013

Mad men


Buena serie, sí señor, aunque no la traigo a colación por sus enormes e incuestionables cualidades, sino por enmarcar la figura del chico de los recados cuyo señorito, en vez de defender a su equipo, ha preferido depositar en el seminarista de Maranello, la alta misión de comerse todas las ostias y poner la cara para que se la rompan.

Sé que me vais a tirar piedras, pero Stefano me parece un tipo profundamente leal a su escudería. Tanto es así, que asume sin arrugarse que la gente haya olvidado que después del abandono del barco de Brawn, Todt y Schumacher, fue él quien gobernó el rumbo de Ferrari hasta convertirla, para bien o para mal, en lo que es hoy, para más inri, en un momento de nuestra historia como deporte en el que  se erradicaban los entrenamientos privados (2009), circunstancia que impide que quien yerra al comienzo de la sesión pueda reponerse más tarde del tropezón.

En este encuadre no se puede soslayar que al de Ímola se le ha dado menos cuartelillo que el que se dio a Jean Todt cuando tomó el mando de la de Il Cavallino Rampante en 1993 para comenzar a cosechar auténticos éxitos seis años después, en 1999, el mismo espacio de tiempo o parecido, que lleva el pobre Stefano comiéndose un boinazo tras otro sencillamente porque no da el tipo en una escudería que precisa que alguien lo dé. Y es que la presencia hace mucho, no nos engañemos. Uno, por ejemplo yo, hace de Todt con toda su parafernalia, jersey incluido, y parece un personaje meditado, profundo, serio, que yerra sólo porque no quedan otros bemoles. Y otro, yo, ya que estamos, interpreta a Domenicali, sin parafernalia ni aderezos, ni por supuesto jersey distintivo, y la tenemos montada a poco que flaquee la cosa.

Pero Ferrari es mucho más que Stefano Domenicali, no lo olvidemos. En sentido estricto se llama Luca Cordero di Montezemolo, que es quien corta el bacalao y lo cortaba cuando andaba por ahí el pequeño Napoleón. Él es el responsable último de tanta bobada como estamos soportando. Él tira de las orejas a Fernando en público, él dice si hay que alabar a un Felipe que dice navegar por libre aunque el timón sólo le funcione cuando lleva al asturiano en los retrovisores. Él sugiere que hay que rendir homenaje al chiquillo de Milton Keynes, y es él quien retiene los gatillos de las automáticas que apuntan desde verano a Pirelli.

Stefano sólo es un personaje que entiende siempre, que asume siempre. Dócil. El tonto útil de toda historia. Un individuo que enciende las luces el primero de la casa y las apaga cuando todos se han marchado. Alguien que reconoce que él no es el problema porque es un estratega de academia bregado más en los análisis y los briefings que en la atosigante atmósfera que rodea el paddock. De manera que a él todas las cosas siempre le salen mal o parecen salirle mal. Así, pasa la mano por la espalda a Felipe, por ejemplo, y el paulista se siente el rey del mambo. Enaltece al enemigo, otro ejemplo, y Marko y Horner, y Newey, ya que nos ponemos, se suben a la parra...

Pero como les ocurre a todos los tipos buenos que conviven con hombres malos, presupongo que a Stefano también se le hinchan las pelotas de cuando en cuando, y si Felipe está jodiendo a Fernando, pongamos por caso en Abu Dhabi el domingo pasado, me creo que fuese él quien estableció el orden de prioridades y quien mandó poner gomas inadecuadas al más bobo del equipo. También sospecho que fue él quien acuñó el mítico Fernado is faster than you antes de que lo verbalizara por radio el ingeniero de pista de Massa.

Y es que en definitiva, quien se come los marrones tiene que ser sutil y creativo por narices. No, Stefano no es el responsable ni el problema, aunque interprete a la perfección aquello del bailar con la más fea porque es lo que toca hacer en un mundo gobernado por tiburones como Montezemolo, hombres malos que sólo dan la cara cuando los vientos son favorables.

Os leo.

2 comentarios:

GRING dijo...

De acuerdo contigo al 100%. A los malos de la F1 les vamos a ir viendo salir uno detrás de otro en la medida que se alargue el juicio a Bernie. Se cree tan superior e intocable que en dos días de juicio ya van dos o tres rajadas tremendas de muestra de cómo funciona la república unida de su casa y de su negocio.Yo ya he metido una botella de sidra achampañada <reserva :-) en la nevera por si tengo que celebrar una noticia excelente un día de estos.¡Qué bien nos lo vamos a pasar en esta silly sesión,pardiez!.Un saludín

Anónimo dijo...

Que sería de los malos sin los tontos útiles!! Son los peores.

Susana