El Triángulo de las Bermudas

Como todo negocio, la Fórmula 1 mantiene alejadas de las miradas insdiscretas algunas zonas de su actividad, lo que no impide que aun siendo nominalmente secretas, trasciendan allende sus fronteras naturales.

Sea como fuere, en ese mundo de sensaciones que apuntan a que algo se mueve más allá de lo que pueden percibir nuestros ojos, siempre nos encontramos con una superficie triangular en cuyos vértices principales hallamos la Place de la Concorde (sede oficial de la Fédération Internationale de l'Automobile, FIA); ese baluarte de la quintasencia del pasado, presente y futuro del deporte que atiende al nombre de Bernard Charles Ecclestone, aka Bernie; y un tercer punto que cierra la figura geométrica y que fluctúa entre los motoristas y las escuderías según soplen los intereses generales o sean éstos más o menos acuciantes.

Auténtico Triángulo de las Bermudas, lugar opaco donde todo lo que entra en su área de influencia queda sepultado para el aficionado y los medios, su existencia es algo más que evidente porque no transcurre temporada sin que se note su presencia —normalmente para mal, para qué vamos a engañarnos—, cuestión que justifica que en nuestro amado deporte existan situaciones o circunstancias que escapan a toda lógica y que sin embargo, tienden a perpetuarse en el espacio y el tiempo con absoluta naturalidad, como fantasmas domésticos de esos a los que se ve deambular por los pasillos de la casa a una hora concreta sin que sus habitantes muestren sorpresa alguna.

Uno más, el fantasma de cada sesión es siempre uno más y este año le ha tocado serlo a Mercedes AMG, cuya resurrección a partir del pasado Gran Premio de Mónaco sin duda haría las delicias de los agentes Scully y Mulder si el FBI pudiera hincarle el diente, como Dios manda, se entiende.

Y no es porque existan lagunas inexplicables en su evidente mejoría, sino porque con las abundantes pruebas inculpatorias de que la de Brackley ha tomado ventaja sobre sus rivales de manera absolutamente ilegal, a día de hoy y parodia de juicio mediante, Mercedes AMG sigue postulándose como una promesa de cara al título 2013 sin que nadie haya movido un dedo por evitarlo. Lo que me lleva a pensar, como sospecho que os ocurrirá a muchos de vosotros, que precisamente este escenario que mantiene en la actualidad a Daimler con un pie en la Fórmula 1, forma parte de ese compendio de intereses generales ineludibles que señalaba hace unos párrafos como tercer vértice del Triángulo de las Bermudas, ya que entre pitos y flautas, la de la estrella de tres puntas ha lavado su cara ante aficionados y medios tras su desastroso desembarco de 2010, en tan sólo un puñado de carreras.

Dicho lo cual, ni la llegada de Wolf y Lauda al aparatich, ni la revulsiva presencia de Lewis Hamilton en el equipo ni por supuesto la de Brawn (con los días contados o no) en el puente de mando, ni por descontado la mejora sustancial de todo el departamento técnico de la germano británica, han tenido nada que ver en el milagro. Un milagro que por cierto se parece sospechosamente en su vertiginosa velocidad de aplicación, al que bendijo a Brawn GP en 2009, pero que así y todo sigue contrastando con la lentitud tradicional que ciñe las evoluciones y las mejorías en F1.

El W03 de 2012 era un coche estremadamente malo. El W04 es una evolución natural del W03. Michael Schumacher no veía ningún futuro. Lewis en su salto al vacío desde McLaren hablaba de un año en blanco para este 2013. Brawn, en relación a la revolución sufrida en las entrañas de Brackley, señalaba hasta hace poco 2014 como objetivo. Paddy Lowe acaba de desembarcar como quien dice... Pero Mercedes AMG ya es segunda en la general de marcas por delante de Ferrari cuando el año pasado era quinta a la salida de Spa y terminó así mismo quinta al final de la temporada. Unas cuantas poles, otras tantas victorias, y Daimler sigue comprometida con ese nuevo cambio de horizonte técnico que veremos florecer en unos meses...

Los milagros no existen, salvo en el Triángulo de las Bermudas. Os leo.