Hago mía la vieja canción popular de la guerra civil americana para 
reflexionar esta tarde que se vuelve oscura sobre el horizonte montañoso
 de Gorliz y escarlata donde su bahía se abre al mar, sobre esa cosa que
 llamamos libertad en el deporte y que año tras año no hace otra cosa 
que granjearnos desagradables sorpresas.
Y es que si esa libertad que mencionaba en el primer párrafo no se 
percibe por ningún lado tal vez sea porque no existe salvo como 
indispensable decorado, y si no existe, como presupongo, a lo peor 
deberíamos dejar de mirar hacia los abundantes señuelos que tachonan el paddock
 y su aledaños, para encarar esa insidiosa Carta Magna que llamamos 
Reglamento FIA, y admitir de una vez por todas que la estúpida y 
arbitraria deriva que lleva desde hace años nuestro deporte se debe 
fundamentalmente, a que lejos de suponer un conjunto de normas enfocado a
 proteger a los participantes garantizando su igualdad, sirve desde hace
 décadas a los oscuros intereses que medran extramuros.
No hay que hacer ni siquiera un mínimo 
ejercicio de prospección histórica para entrever que desde finales de la
 década de los noventa del siglo pasado, la Fórmula 1, entendida como 
negocio con barniz de deporte, ha buscado ante todo la supervivencia de 
su cúpula, sometiendo la parte deportiva de la explotación y por 
supuesto el tan cacareado espectáculo, a una entente de intereses 
cruzados que han dado lugar a un empobrecimiento general que palpa cada 
fin de semana de carreras el aficionado, que sufren también las gradas, 
pero que sigue justificando que arriba, las cosas sigan tal cual se señalaban como quien dice en el Pleistoceno.
En este sentido, asombra ver cómo desde que Jean-Marie Balestre 
abandonara su cargo de humo al frente de la FIA el 23 de octubre de 1993
 (Bernie ya controlaba el cotarro), la Fédération Internationale de l’Automobile,
 otrora heredera del esfuerzo ilustre de los pioneros de la Fórmula 1 
cuando nadie se sonrojaba al llamarla deporte, no ha hecho otra cosa que
 plegarse a los dictados de un dictadorzuelo multimillonario del que se 
dice hoy por hoy que resulta insustituible (¡ja!).
Así las cosas, desde mediados de los noventa del siglo XX, la 
explotación económica ha ido solapando poco a poco la actividad 
deportiva, hasta el punto de que el Reglamento FIA se fue convirtiendo 
en el brazo armado de un interés mal llamado general que no ha hecho 
otra cosa que generar bodrio tras bodrio hasta llegar a nuestros días. 
De manera que los aficionados, del brazo de la deriva del deporte, nos 
hemos ido convirtiendo en vulgares consumidores, y los participantes del
 mismo (léase pilotos y escuderías), en simples peones de un juego 
diseñado tan lejos de las pistas que no lo reconoce nadie.
Queda la tradición, obviamente, pero como manantial empieza a 
agotarse. Roto artificialmente el mito de Fangio por Schumacher, quien 
en la actualidad no se corona cuatro veces es un mierda. Destrozado por 
abuso el mito de Senna, hoy se parece al paulista cualquiera que 
arriesgue un poco en un adelantamiento o prospere en mitad de la lluvia.
 Superados Charles Cooper, Colin Chapman, Gordon Murray o John Barnard, 
por traer cuatro ejemplos a manos, el desempeño de mago ha 
perdido quintales frente al perfilado de un moderno túnel de viento o el
 procesado de de un eficiente programa CFD. Olvidada la mítica Cosworth,
 la moderna Cosworth naufraga buscando un puerto tibio donde dormir, 
morir y desaparecer. Aniquilada la mecánica, hasta Romain Grosjean con 
un coche roto puede obtener una ganancia de 3 décimas en Hungaroring…
La cúpula, ¡ay la cúpula! Al negocio le convienen cosas como la 
aerodinámica, la ECU o Pirelli. Si estiramos la idea, incluso como Red 
Bull (un socio sin duda inestimable). Lo que no le interesa es que 
abramos los ojos siquiera para decir que todo esto que nos están 
sirviendo es una mierda que no se merecen ni Sebastian ni el último mono
 de la parrilla, ni por supuesto nosotros.

2 comentarios:
Sobre le que dices en el segundo párrafo sobre la libertad y la carta magna cada vez encuentro más datos y opiniones que vienen a reforzar una opinión semejante sobre nuestra Carta Magna del 78 y lo que se ha ido haciendo a partir de ella. También sobre lo que une esta "crisis" a su abuela provocada por los "Reaganomics."
Hija de aquella "crisis" de los 80 fue esta canción profética que cuestionaba entonces la "libertad" de nuestro bendecido reducto de "mundo libre":
http://www.youtube.com/watch?v=7VfqtRqwX34
http://www.thrasherswheat.org/fot/ritfw.htm
¡Saludos al anfitrión y a los invitados!
XDDDD Ay, J-Car, hilamos fino, sí que hilamos fino, pero razón que llevas. La libertad no nos la regalan, peleamos cada día por ella y mal vamos si nos olvidamos de que es nuestra obligación seguir defendiéndola. Sí, el eco de ese párrafo iba precisamente por nuestra tan bien construida «transición» ;)
Un abrazote
Jose
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