La difícil tarea de tumbar a un hombre siempre resulta mucho
más sencilla de lo que parece. Fíjense ustedes en Mercedes AMG, por
ejemplo: hay voces que insinúan que sobra Brawn, pero es Michael
Schumacher quien se marcha en apariencia (ya veremos dónde se queda), y
Norbert Haug quien se desvanece con rotundidad meridiana.
Nick (Fry), que siempre ha sido un poco alcahueta, sigue dibujando
dudas sobre lo que está sucediendo en la de Brackley, al afirmar que
Hamilton va a poner a prueba a Brawn, pero el británico que se hizo de
oro comprando Honda por un dólar, es quien ha traído a Lewis y quien
sigue en pie de guerra mientras sus generales caen a sus lados. ¿Quién
diría con tamaña puesta en escena que él es el objetivo?
Muy al contrario de lo que el segundo
acto de esta historia insinúa como hilo conductor, Ross sigue siendo el
protagonista aunque ejerciendo de tal y como siempre, entre bambalinas,
lugar donde disfruta como un jabato, para que negarlo, y desde las
sombras sigue materializando la ópera italiana que lo lanzó al éxito,
pero en versión alemana, para que nos entendamos, porque el sincretismo
que salvó a Ferrari a comienzos de la década pasada, está siendo
reproducido a mi parecer, milímetro a milímetro, en la de las tres
puntas.
Brawn, Byrne, Todt, Schumacher, ¡eso sí que era una troika…!
Pero ha pasado el tiempo. Jean está en la cúpula de la FIA y debe una
a Mercedes (se ha quedado cuando se podía haber ido, ¿no?) y otra a
Schumacher, quien podría ser C.E.O. de Mercedes AMG en días o semanas.
Rory anda jubilado salvo para servir de excusa sancionadora en la de
Maranello, pero queda Aldo, sí, Costa, la mano derecha del mago
sudafricano en Ferrari —el italiano no es lo mismo ni de coña, pero al
de Manchester le sirve, y eso es lo que cuenta—. El Kaiser, el tipo que
ha quedado roto por las gomas pero que a cambio ha refrescado su
percepción de las cosas en esto de la F1, tras tres años de morder el
polvo día sí y día también, sigue chubarrita y como con ganas de seguir diciendo algo
bajo el amparo de su estratega preferido. Y Ross, intacto el tío con su
media sonrisa, incluso más crecidito que antes. ¿Quién diría que
Mercedes no ha decidido mirar al Sur para sobrevivir?
Hay algo mediterráneo en el ambiente, incluso si ponemos a Niki
(Lauda) de intermediario en ese renacer crematístico que ha convencido a
Stuttgart, vía contratación de Hamilton, de que el futuro es posible
sin necesidad de hacer el moñas como Renault.
Lewis es volcánico, es Alonso hace seis o siete años. Es mejor que
Vettel, y que me perdonen los seguidores del de Heppenheim, y tiene
cuerda para rato, y arrestos suficientes como para haberle dicho a
Dennis que se buscara a otra, y doy por bueno que hará perfectamente de
elemento aglutinador de lo que trama Brawn el superviviente: todos
alrededor de una idea, de un piloto, de un concepto: ganar a toda costa,
como si en vez del británico, en el habitáculo del W04 se sentara el
Michael que nos aburrió a todos; como si en vez de plateada, la
carrocería que lo rodea estuviese pintada de rosso scuderia y llevara un cavallino rampante a los lados, en vez de una estrella rodeada por un círculo en el morro.
Brawn gana de momento. Desconozco si ha comprado papeletas para un
año o dos solamente, o si ha vendido el alma al diablo a cambio de
conseguir resultados en 2013, o si lo suyo va para largo por ese tipo de
cosas que nadie comprende. De momento Norbert está fuera, lo que
significa que Ross acumula más poder que antes a pesar de que Fry siga
haciendo de mosca cojonera. Schumacher puede seguir dentro (lo doy por
seguro porque éste no se retira del todo sin haberlo intentado de
nuevo), aunque quedemos a la espera, como no podía ser menos; y Lewis
supone el acicate necesario ante los tiempos venideros, el ingrediente
indispensable a pesar de Nico, el tipo que puede servir de revulsivo o
de tumba para todos nosotros, porque como Mercedes AMG caiga, pierde
hasta el tato en este invento que conocemos como F1.
Lo dicho, si no me fallan las cuentas, Mercedes se está volviendo rossa
por pura necesidad y ejercicio de réplica, aunque a Ross no nos lo
quitamos de encima ni con agua caliente y vinagre, porque como decía al
comienzo, la difícil tarea de tumbar a un hombre siempre resulta mucho más sencilla de lo que parece, aunque parezca otra cosa.
1 comentario:
A ver cómo resulta este cocido.
King Crimson
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