miércoles, 19 de diciembre de 2012

Incertidumbre y agua


Me gustan las carreras en condiciones de mojado. Los coches van más altos, las suspensiones se ablandan y se aprecian mejor las dotes de los pilotos que los conducen porque los aspectos aerodinámicos del monoplaza mitigan su influencia —la elevación del fondo plano con respecto al asfalto, origina que los alerones cobren mayor importancia en aras de sujetar el vehículo al trazado, a la vieja usanza—, dejando espacio para que la mecánica, la de siempre, destaque brevemente en un calendario plagado de domingos soleados y puntos de downforce.

Los de lluvia suelen ser días de motor, equilibrio dinámico, pericia y buenas manos, también de inteligencia, pero sobre todo, son treguas en las cuales las Pirelli dejan de tocar las narices, porque la normativa relativa a neumáticos abre la manga para que cada escudería haga de su capa un sayo con ellos, revelando de rondón lo estúpido que resulta que haya obligación de usar dos juegos de compuestos concretos en cada prueba, impidiendo que cada cual elija la combinación que más le convenga y se busque con ella las alubias.

No os voy a ocultar que de todos los componentes que me alegran los fines de semana pasados por agua, éste de las gomas es el que más satisfacciones me depara. ¡Orgía, orgía, orgía…! ¿Cambiamos a extremos o estiramos los mixtos? ¿Nos la jugamos con lisos…?

En fin, para un tipo mayorcete como yo, acostumbrado a que las ruedas hayan jugado siempre un papel secundario en esto del motorsport, que dicen ahora, me fastidia especialmente que se hayan convertido en las protagonistas del invento por aquello de buscar el espectáculo que nunca llega por los vericuetos que propone la moderna ortodoxia. Un espectáculo que si se me permite decirlo, casualmente brilla cuando la tontería deja de ser aplicable y los equipos se encuentran con cuatro tipos diferentes de compuestos para jugar sus bazas en carrera, y no con dos, como viene siendo costumbre desde que alguien en la jefatura de la cosa, tuviera la ocurrencia de que los neumáticos podían resolver perfectamente la papeleta de una F1 contenida en gasto (es lo que dicen y tal cual lo transcribo), que descansa sus huesos sobre unos motores capados a 18.000 revoluciones por minuto que no se rompen como antaño; sobre una aerodinámica que ha suplantado en buena medida a la mecánica; sobre una centralita única que permite pocos experimentos porque embrida las muñecas de los ingenieros; y sobre la utilización, para colmo, de un par de cachivaches, el KERS y el DRS, a los que sigo mirando instintivamente de reojo porque si no existieran no los echaría en falta.

En lluvia la cosa cambia radicalmente. El guión impone que los vehículos se levanten las faldas, haciendo perder al fondo plano y al difusor buena parte de su eficacia. Entran en acción los alerones para articular el equilibrio del coche sobre los dos puntos de siempre, la nariz y la cola, asegurando la necesaria tracción. Se reduce la velocidad y la visibilidad, y se eleva el nivel de cautela. Entra en escena el piloto, sus manos y su cabeza, y su temple y arrojo si los tiene. El piso no está para bromas pero hay que seguir ganando décimas como cuando se mostraba gracioso. Las escuderías no las tienen todas consigo. Aflora la incertidumbre y comienza el baile, pero esta vez con armas suficientes, porque cada equipo goza de la libertad que no tiene cuando el sol brilla y el piso está seco…

1 comentario:

GRING dijo...

Pero en mi opinión un piloto que va excelente en agua no tiene que ser mejor que otro que va regular en el líquido elemento, sí o sí. No necesariamente.Son condiciones distintas y cada uno se adapta como puede. Es obvio que cuando toca arriesgar, estas condiciones son las mejores para muchos pilotos que no se pueden lucir en otras ocasiones. Quizás en el motociclismo se puede ver con más claridad esto.Hay pilotos que cuando llueve siempre están arriba y otros que se van hacia atrás.¿Son por eso mejores unos o peores otros?. Pues son mejores o peores en condiciones de mojado, no en general. Pedrosa o Lorenzo nunca han ido tan rápido en mojado como otros (aunque ya han sido capaces de ganar cuando pintan espadas), pero son, sin duda, excelentes pilotos. Estoy leyendo estos días sobre las temporadas de finales de los 70,las primeras que recuerdo, cuando la F1 dejó de ser una cosa para convertirse en otra.Años revolucionarios en temas aerodinámicos o de motores, en los que las malas condiciones climatológicas ofrecían oportunidades a coches sin efecto suelo o a motores más dóciles, más manejables.Años en que en parrilla había soluciones distintas en cada equipo, donde estábamos todavía lejos de la homogenización de que hablas. Grandes, apasionantes días. Un saludo.