No tenía conclusión a comienzos de temporada y sigo careciendo de ella, aunque en mi defensa debo decir que acerté de lleno en marzo pasado, porque Toyota ha vuelto a demostrar que su paso por la F1 ha estado repleto siempre de una cansina falta de remate ante sus propias pretensiones.
Dicho esto, si hemos visto a Toyota este año ha sido ni más ni menos porque supo posicionarse convenientemente al lado de la propuesta de los dobles difusores, y porque abordó la sesión sin el KERS. Ahora bien, si ambas decisiones son merecedoras de acuse de recibo, hay que decir abiertamente que para variar, no ha sabido sacar auténtico provecho de una situación tan ventajosa, y este asunto es reclamable porque entre otras cosas, el gigante nipón puede dar mil vueltas, en cuanto a presupuesto, a Brawn GP o a Red Bull.
El TF109 se ha mostrado sólido y eficiente aunque su propulsor ha resultado menos solvente que en anteriores temporadas, pero no ha habido cintura o ganas suficientes como para resolver correctamente una coyuntura que a priori se presentaba mejor, y aquí cabe mirar hacia los pilotos, porque ni Jarno Trulli ni Timo Glock se han mostrado convincentes, y al muro también, porque no ha sabido compensar las carencias con estrategias adecuadas.
Así las cosas, tras un inicio bastante prometedor, los coches blanquirojos se iban diluyendo conforme los intereses publicitarios de la multinacional se iban cumpliendo (Asia), casi desapareciendo del mapa durante el paso por Europa, y destacando de nuevo otra vez en Asia (2º puesto para Glock en Singapur, y 2º para Trulli en Japón).
Obviamente, habiendo cubierto las expectativas comerciales con un aprobado raspado, y sin un norte claro (ni menciono el necesario compromiso), Toyota anunciaba recientemente que abandonaba definitivamente la competición… ¿Se puede decir algo más?
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