Nos hemos metido de lleno en abril, el mes encantado de Lourdes, el que robaron a Joaquín, el abril de las aguas mil que rezaban nuestras abuelas, el del cumpleaños de tu madre, el de los milagros en un autobús sólo para enamorados...
Dejamos atrás la protección del SS Peregrina y nos adentramos en el espacio profundo como quien escribe maravillosamente, sobre todo de la vida, quizá porque escribir de otras cosas o en otro timbre de voz no tenga sentido alguno, ni en estos instantes, ni cuando pienso en lo cerquita que queda todo cuando no hay nada alrededor salvo océanos de fría oscuridad, y sólo me preocupa que, el licor que con tanto mimo estoy preparando prácticamente a escondidas, te sepa tan bien el 1 de agosto, cuando lo pruebes, como me sabe a mí imaginar que tus labios acabarán besando los míos, siquiera una vez.