miércoles, 12 de abril de 2023

El fin de un sueño


Somos, seguramente, el país europeo que peor peaje pagó por la II Guerra Mundial, en términos deportivos y en cuanto a motor se refiere. Nuestra ausencia del circuito internacional duró diez años (1936-1946), y el Gran Premio de España tardó dieciséis en volver a celebrarse (1935-1951), lo que ha dibujado un espacio muy goloso para generar todo tipo de historias, muchas de ellas sesgadas.

El golpe militar del 18 de julio de 1936 pilló a las autoridades y Real Automóvil Club de Guipúzcoa preparando el undécimo Gran Premio de España, circunstancia que, al no poder celebrarse en sus fechas habituales, convirtió la anterior en la última edición disputada [1935, Lasarte]. Obvio decir que desde septiembre de 1935 hasta el alzamiento militar de julio del 36 siguió habiendo actividad automovilística en nuestro país, incluso de rango internacional, como el VII Gran Premio Penya Rhin que se corrió en Montjuïc el 7 de junio de aquel año y tuvo como vencedor a Tazio Nuvolari sobre un Alfa Romeo.

Llevamos 14 meses de invasión de Rusia en Ucrania y podemos hacernos una mejor idea de lo que supone un conflicto armado circunscrito a un área determinada, y cómo se convierte en prioridad proteger o destruir las vías de comunicación o salvaguardar el tejido industrial antes de que lo tome el enemigo, etcétera; los puertos, los aeropuertos, las grandes fábricas, las presas, las centrales de energía, las carreteras, todas las infraestructuras son consideradas «objetivo» en lenguaje militar...

Tres años es mucho tiempo y eso es lo que duró en la práctica nuestra Guerra Civil, concretamente del 18 de julio de 1936 al 1 de abril de 1939, sin espacio apenas para que nos recuperásemos antes de que Hitler iniciara la II Guerra Mundial aquel mismo 1 de septiembre.

La intervención de los fascistas italianos y los nazis apoyando al bando sublevado convirtió nuestra guerra en un entremés de la que se desató a gran escala en septiembre del 39 y duró hasta la capitulación del Imperio Japonés el 15 de agosto de 1945, lo que prolongó durante once años la agonía de un deporte español del automóvil que no levantó cabeza hasta mucho más tarde, incluso contando con que, una vez la CSI (Commission Sportive Internationale) decretó en 1946 la normalidad en el ámbito competitivo, pudimos reverdecer viejos laureles en el circuito de Pedralbes (Barcelona), en una carrera en la que no participaron grandes marcas pero destacó la presencia de Maserati simplemente porque las sanciones a Italia no fueron tan duras como las que encajó Alemania como «castigo de guerra».

La intermitencia de los Grandes Premios Penya Rhin entre 1946 y 1954 plasman lo complicado que resultó para España recuperar el tono anterior al 18 de julio de 1936. Cuatro citas en nueve años...

Para el Lasarte-Oria la historia terminó sobre la mesa de los despachos al comienzo del verano del 36. La Nacional N-1 unía Madrid con la frontera francesa en Behobia (Irún). Resultó seriamente dañada durante la Guerra Civil y, en la reconstrucción posterior, su importancia resultó clave como arteria de comunicación con Europa, pero, por desgracia, también formaba parte del viejo trazado y San Sebastián ya no contaba como antes... 

España no estaba para competiciones de bólidos en el verano de 1939 ni en los años siguientes; junto a Vizcaya, Guipúzcoa fue considerada «provincia traidora» y tratada política y económicamente como tal durante los primeros años de la posguerra, y bueno, todo ello definió el final de una hermosa aventura firmada con tinta guipuzcoana sobre pergamino donostiarra.

Os leo.

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