miércoles, 17 de mayo de 2017

Eso son manos


Es una delicia ponerte a escribir así de tempranito. Son las seis y cincuentainueve del miércoles diecisiete de mayo cuando doy inicio a esta entrada. Todo está tranquilo en Gorliz. He resuelto la intendencia menor y siguiendo el rito de todos los días hoy también he tomado la primera taza de café en el patio con Eileentxu revoloteando a mis pies, esta vez oliendo el salitre que viene de la playa pero observando el lienzo oscuro sobre mi cabeza porque hay nubes que conforme avanza la claridad del amanecer se muestran más y más espesas.

No falla, cuando mi madre tiene cita en la peluquería suele llover. Quizás también sea un rito... sinceramente, no lo sé.

Musique à Grande Vitesse - 1st Region. Nyman sonando a través de los cascos para entonar la musculatura, para que mis alas puedan desperezar sus plumas como dagas afiladas y negras sobre el teclado. Hay mucha faena por hacer y hay que empezar temprano. Y vamos a comenzar alabando lo único bueno que ha traído este reglamento que estrenamos hace quien dice dos días, ya que si hasta hace nada el piloto sucumbía carrera a carrera ante las toneladas de ruido que habían convertido la Fórmula 1 en una actividad de estrategas e ingenieros, desde Melbourne a esta parte hemos vuelto a disfrutar de sus manos y cabeza sobre el asfalto.

Entiendo que esta peculiaridad esté pasando desapercibida porque los actuales creadores de contenidos no salen de sus consolas ni aunque pasen por Montmeló para justificar lo pomposo de sus acreditaciones y darse luego un baño de multitudes envidioso a cuenta de que estuvieron allí y se hicieron tres o cuatro selfies para certificar la hazaña. Normal que recurran a parir frases indescifrables en Twitter, ¿no?

Para bien o para mal vengo de un mundo en que el periodismo era honesto. 

La información podía ser entonces tan mala o buena como ahora, no nos vamos a poner demasiado finos con esto, pero al menos te quedaba constancia de que al otro lado del artículo, la crónica o la columna, te estaba hablando una persona de carne y hueso que lejos de pretender impartir lecciones quería servir y entretener a su público, no que éste le sirviera a él. 

La comunicación adoctrinadora es un fenómeno reciente, surgida de la necesidad de ser más que el del al lado en el foro o la lista de correos donde dicen que conviven y se miden la herramienta los leones, de tener razón siempre y caiga quien caiga. Y, obviamente, los lectores nos hemos convertido en meros espectadores cuando no en víctimas de una guerra de almohadas entre chiquillos donde da lo mismo que mires aquí o allá porque el contenido, se cual sea el portal o página donde se ha vertido, bebe de las mismas fuentes y por tanto resulta a la postre el mismo. 

Aparecen entonces las señas de identidad: las banderas, las referencias, los atributos y el quién la tiene más larga o más peso en redes sociales. Y cuando los adalides de la verdad absoluta son uniformemente rigurosos y han demostrado ante la masa su contrastado criterio, por seguir haciéndose notar remarcan ante el respetable unas diferencias que no existen o salen con sandeces del tipo: si hay que explicar esto... no entiendo cómo os sorprende... 

¡Claro que sorprende y que hay que explicarlo! ¡Ahora como antaño, hoy como habrá que hacer mañana y pasado mañana! Otra cosa es que no sepas cómo hacerlo y te enroques en frases de dudoso calado filosofal...

Y es que hay que decir que la normativa 2017 ha traído consigo monoplazas difíciles de conducir y muy exigentes que están haciendo que Sebastian o Lewis hayan dejado de estar cómodos y tengan necesidad de sobreponerse en cada prueba a sus propias limitaciones, demostrando en la actualidad que era verdad lo que intuíamos algunos mientras batían récords de chichinabo y conseguían títulos de papel maché para llenar estadísticas y dar números a quienes siempre los necesitan.

Estaban ahí. Los dos estaban ahí. Lo que ocurría era que a Bernie, sus lameculos y mamporreros, no les gustaba tomar riesgos riesgos innecesarios, y aunque esto nos lleve a reflexionar sobre lo mucho que nos ha hecho perder esta gentuza con sus centralitas únicas, con sus suministradores únicos y con sus verdades únicas, bien está que 2017 nos los haya traído de vuelta. Por fin los gladiadores saben que pueden hacerse daño y que si no asumen ese riesgo desde que se introducen en el habitáculo no ganarán carreras.

Manos, a esto se ha llamado manos toda la vida. Manos, arrojo y cabeza al volante, una Fórmula 1 esencialmente más hermosa, vibrante y espectacular que la que hemos disfrutado de 2008 a esta parte. Eso que ganamos.

Os leo.

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