La situación de Mercedes AMG en este inicio de temporada está
resultando extrañamente convincente. Por primera vez desde que la de
Stuttgart volviera a la Fórmula 1 en 2010, previa compra de los bártulos
de Brawn GP, el proyecto en su conjunto resulta creíble.
Bien sea por las chocantes salidas (Michael Schumacher y Norbert
Haug), por las nuevas incorporaciones (Toto Wolf, Niki Lauda, Lewis
Hamilton, etcétera), por los cambios de papeles en su seno (Nick Fry),
incluso por todas estas circunstancias juntas, la sensación que ofrece
en la actualidad la de las tres puntas es radicalmente diferente a las
mostradas en sesiones anteriores, hasta el punto de que se podría hablar
perfectamente de milagro.
Sin embargo, el milagro parece algo más prosaico en cuanto
posamos la lupa en él. Buena planificación, mucho trabajo y
organización, una adecuada elección de protagonistas y una pizca
equilibrio, parecen ser los ingredientes esenciales para el renacer de
Mercedes sobre los circuitos, tras décadas de ausencia en las que
incluyo los tres últimos años.
Todo esto que digo y un nombre propio: Lewis Hamilton, un personaje
que ha sabido, queriendo o sin querer, concitar toda la energía
necesaria como para descabezar a los dragones funestos y plantar cara a
un horizonte ante el cual sólo caben toneladas de trabajo para
alcanzarlo. Y es que él, al británico me refiero, es el programa actual,
el norte de la escudería, el paradigma de lo que hay que hacer en su
seno, y hasta tal punto lo creo, que tomo como ejemplo para ratificarme,
lo sucedido en Sakhir.
En China, recordemos, primaron las órdenes de equipo en la de
Brackley. Hamilton iba débil en las últimas vueltas, protegiendo la
mecánica y la cantidad de combustible, y Rosberg fue llamado a no
inquietarlo. El asunto terminó bien porque Lewis se portó impecablemente
en el podio y Nico dio noble acuse de recibo. Pero en Bahrein las
tornas cambiaron. El chaval de Keke salía primero y terminó nono, y el
hijo de Anthony, saliendo nono, acabó quinto.
No hay que tener dos luces para entender que la desaparición de
Michael Schumacher ha resultado ser un revulsivo en Mercedes AMG
Petronas. Ha sido que la sombra de Kaiser se haya evaporado para que
hayan comenzado a ocurrir sucesos extraños. Rosberg anda caliente pero
todavía en la fraja de tibio, mientras que Hamilton, acostumbrado tal
vez a las fogosidades de su antigua escudería, McLaren, tira del equipo
sin ser consciente de que lo hace.
No hay nada particular en el cuadro, salvo que Lewis no encaja en la
foto pero está haciendo de sustancia aglutinante de un proceso en el que
sólo interviene colateralmente, de manera que es el equipo, su nuevo
equipo, el que se está acoplando a él, incluso en lo que atañe a su
compañero.
Se mire por dónde se mire, la llegada del de Stevenage a la de
Brackley/Stuttgart ha supuesto un acicate, un nuevo formato de entender
las cosas que está dando frutos antes de lo que se esperaba. En este
sentido, dudo mucho que Ross Brawn fuera totalmente consciente de lo que
estaba haciendo cuando tentó al chico de Ron Dennis, pero
sabiendo lo intuitivo que es el ingeniero que compró Honda por un Euro
(eso se dice) para vendérsela a Daimler por varios millones de la misma
moneda, previa consecución de un mundial de pilotos y constructores
(2009), no sería de extrañar que lo hubiese olido en el aire y que
hubiera apostado su propia vida profesional a una quiniela en la que las
casas de apuestas pagarían 1 a 30 hace tan sólo unos meses.
Sea como fuere, tras cuatro carreras disputadas, Lewis es ya Mercedes
AMG y ésta empieza a sentirse Hamilton, con lo que la tormenta perfecta
está servida siempre y cuando el W04 acompañe, que doy por seguro que
acompañará.
2 comentarios:
Pues ya se está diciendo que Mercedes tira la toalla para concentrarse en el coche del año que viene... No sé si tendrá visos de realidad, pero lo cierto es que Mercedes se come los neumáticos aún más rápido que Red Bull.
Ya se sabe que estos alemanes son capaces de tirar la toalla en la cuarta carrera: sólo hay que preguntárselo a Kubika.
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