domingo, 28 de abril de 2013

La tormenta perfecta


La situación de Mercedes AMG en este inicio de temporada está resultando extrañamente convincente. Por primera vez desde que la de Stuttgart volviera a la Fórmula 1 en 2010, previa compra de los bártulos de Brawn GP, el proyecto en su conjunto resulta creíble.

Bien sea por las chocantes salidas (Michael Schumacher y Norbert Haug), por las nuevas incorporaciones (Toto Wolf, Niki Lauda, Lewis Hamilton, etcétera), por los cambios de papeles en su seno (Nick Fry), incluso por todas estas circunstancias juntas, la sensación que ofrece en la actualidad la de las tres puntas es radicalmente diferente a las mostradas en sesiones anteriores, hasta el punto de que se podría hablar perfectamente de milagro.

Sin embargo, el milagro parece algo más prosaico en cuanto posamos la lupa en él. Buena planificación, mucho trabajo y organización, una adecuada elección de protagonistas y una pizca equilibrio, parecen ser los ingredientes esenciales para el renacer de Mercedes sobre los circuitos, tras décadas de ausencia en las que incluyo los tres últimos años.

Todo esto que digo y un nombre propio: Lewis Hamilton, un personaje que ha sabido, queriendo o sin querer, concitar toda la energía necesaria como para descabezar a los dragones funestos y plantar cara a un horizonte ante el cual sólo caben toneladas de trabajo para alcanzarlo. Y es que él, al británico me refiero, es el programa actual, el norte de la escudería, el paradigma de lo que hay que hacer en su seno, y hasta tal punto lo creo, que tomo como ejemplo para ratificarme, lo sucedido en Sakhir.

En China, recordemos, primaron las órdenes de equipo en la de Brackley. Hamilton iba débil en las últimas vueltas, protegiendo la mecánica y la cantidad de combustible, y Rosberg fue llamado a no inquietarlo. El asunto terminó bien porque Lewis se portó impecablemente en el podio y Nico dio noble acuse de recibo. Pero en Bahrein las tornas cambiaron. El chaval de Keke salía primero y terminó nono, y el hijo de Anthony, saliendo nono, acabó quinto.

No hay que tener dos luces para entender que la desaparición de Michael Schumacher ha resultado ser un revulsivo en Mercedes AMG Petronas. Ha sido que la sombra de Kaiser se haya evaporado para que hayan comenzado a ocurrir sucesos extraños. Rosberg anda caliente pero todavía en la fraja de tibio, mientras que Hamilton, acostumbrado tal vez a las fogosidades de su antigua escudería, McLaren, tira del equipo sin ser consciente de que lo hace.

No hay nada particular en el cuadro, salvo que Lewis no encaja en la foto pero está haciendo de sustancia aglutinante de un proceso en el que sólo interviene colateralmente, de manera que es el equipo, su nuevo equipo, el que se está acoplando a él, incluso en lo que atañe a su compañero.

Se mire por dónde se mire, la llegada del de Stevenage a la de Brackley/Stuttgart ha supuesto un acicate, un nuevo formato de entender las cosas que está dando frutos antes de lo que se esperaba. En este sentido, dudo mucho que Ross Brawn fuera totalmente consciente de lo que estaba haciendo cuando tentó al chico de Ron Dennis, pero sabiendo lo intuitivo que es el ingeniero que compró Honda por un Euro (eso se dice) para vendérsela a Daimler por varios millones de la misma moneda, previa consecución de un mundial de pilotos y constructores (2009), no sería de extrañar que lo hubiese olido en el aire y que hubiera apostado su propia vida profesional a una quiniela en la que las casas de apuestas pagarían 1 a 30 hace tan sólo unos meses.

Sea como fuere, tras cuatro carreras disputadas, Lewis es ya Mercedes AMG y ésta empieza a sentirse Hamilton, con lo que la tormenta perfecta está servida siempre y cuando el W04 acompañe, que doy por seguro que acompañará.


2 comentarios:

Aficionando dijo...

Pues ya se está diciendo que Mercedes tira la toalla para concentrarse en el coche del año que viene... No sé si tendrá visos de realidad, pero lo cierto es que Mercedes se come los neumáticos aún más rápido que Red Bull.

Aficionando dijo...

Ya se sabe que estos alemanes son capaces de tirar la toalla en la cuarta carrera: sólo hay que preguntárselo a Kubika.