Como en aquella película que se titulaba Highlander y que aquí fue malparida como Los Inmortales,
 a la primera me refiero, a la que valía realmente la pena, este 
campeonato que se enorgullecía a comienzos de temporada de contrar con 
nada menos que seis coronas para luchar por el título, se ha ido 
quedando sin campeones como si fuesen capas de una cebolla, una a una, 
uno a uno, para llegar a sus postrimerías enarbolando aquello de sólo puede quedar uno.
Siempre es y ha sido así, siempre queda uno cuando se compite sin que
 haga falta que jueguen famas sobre el tablero. Uno, sólo uno, es la 
esencia misma del deporte, de éste y de casi todos, incluso los de 
grupo, pues suele ser costumbre que en ellos haya alguien que destaca 
por encima del resto. Aunque cuando el deporte que sea tiene más de 
negocio que de enfrentamiento entre iguales o parecidos, los guionistas 
de turno suelen recurrir a magnificar el tamaño del tarro de las 
esencias por si el aroma de lo bueno acaso queda solapado por un verso 
libre cualquiera.
Mal que queramos, llevamos unos años en F1
 en los que el tufillo de la sospecha termina por apesadumbrarnos, por 
matarnos las ganas, en una palabra. En este sentido, 2012 no podía ser 
tan distinto a los otros. Comenzó bien, mucho mejor que otras veces. 
Íbamos a vencedor distinto por carrera, la igualdad reinaba en la 
parrilla, o eso decían. Había sitio incluso para que Nico triunfara en 
Shanghai o para que Pastor ganara en Barcelona, o para que Fernando 
hiciera lo mismo unas semanas antes bajo la lluvia, en Malasia. Todo 
resultaba idílico, acaso demasiado…
Y como de costumbre, alguien insinuó a alguien que tal vez el 
espectáculo perfecto era mejorable, y las nubes negras de todos los años
 comenzaron a verse sobre las cimas de los montes que protegen el 
paraíso de miradas extrañas, y llegó el mayordomo del algodón y 
descubrió que éste comenzaba a mostrar rastros de porquería, y los que 
en los inicios de la sesión señalaban con el dedo a Ferrari como 
instigadora de que Sergio aflojara en Sepang, han empezado a mostrarse 
molestos porque se insinúa otra vez que el deporte podría ser sólo un 
negocio.
Vettel es una víctima más de este estado de cosas, como lo son 
Alonso, Hamilton, Button, Raikkonen o Schumacher, aunque la aureola vendelatas
 del alemán ganará quintales si triunfa este año que había cinco 
campeones más en liza, porque es él quien necesita devorar récords para 
que los guionistas sigan creando guiones perfectos donde reinan las 
sobreactuaciones; el que precisa construirse a base de hazañas que no 
pasan precisamente por poder ganar una maldita carrera saliendo más 
atrás de la tercera plaza; el que no sabe luchar por un décimo puesto 
con agallas y riñones cansados, como hizo hace diez días Hamilton, en 
Yeongam; el que no conoce, en definitiva, lo dulces que saben las 
séptimos y octavos puestos cuando se han probado las hieles de la 
derrota.
Sebastian es joven y por tanto cree todavía en la limpieza del circo y
 por ende de todo lo que le rodea, pero envejecerá, es inevitable, y 
comprenderá al cabo del tiempo que al final sólo puede quedar uno, como 
en Highlander, pero que tal vez ese uno no sea siempre quien 
realmente lo merece. Llegado a este punto, espero con todo el alma que 
sepa ver cuánto daño le están haciendo los que le rodean y no tienen 
paciencia para esperar a que como la uva madura, dé lo mejor que lleva 
dentro sólo cuando el tiempo aconseja la vendimia, nunca antes, porque 
supondría un sacrilegio.

1 comentario:
Mika Salo defiende que los pilotos dan por campeón a Fernando Alonso.
Hamilton: "Cuando yo gané el campeonato, no tuve tanta suerte como Sebastian ha tenido por contar con un coche tan dominador que también lo es el año siguiente".
Son sólo dos noticias que circulan ahora mismo por la red. Vettel es bueno, incluso diría que muy bueno, pero que sea el mejor ya es otra cosa.
En esta temporada, dominada por la igualdad, le hemos visto codearse con el grupo de cabeza, como uno más de ellos, pero tampoco destacando. Y aunque sea ahora cuando el Red Bull impone su ley, no podemos olvidar que lleva comandando la clasificación de constructores desde las primeras carreras.
Sólo cuando el Red Bull ha sido manifiestamente superior Vettel ha podido coger el liderato. De esta forma es lógico que surjan dudas respecto del chico que bate todos los records, ¿o es Newey?
Un abrazo!
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