martes, 7 de agosto de 2012

El veneno de Sebastian


A pesar de lo que nos quieren vender, ser alemán en la vida no supone un horizonte al que aspirar, y si no que se lo pregunten a nuestro más reciente bicampeón del mundo, que anda tan alicaído y falto de mordiente que no cambia tanto de yelmo como acostumbraba hace unos meses —o me parece a mí que no cambia tanto de casco, que podría ser—, y que por no atinar, no ha acertado este año ni con el nombre de pilingui que pone a sus vehículos.

Reconozco que he tenido que recurrir a Wikipedia para enterarme de cuál había elegido para el RB8, y ha sido leerlo y comprender inmediatamente que Sebastian se está haciendo mayor en nuestros brazos, razón por la cual intuyo que le ha pasado como a Sansón cuando le raparon la melena, pues ha sido abandonar sus costumbres de adolescente germano machote hecho y derecho, y empezar a dar trompicones sobre el asfalto.

Sí, recordaba lo de Kate’s Dirty Sister, lo de Luscious Liz y lo de Randy Mandy, pero el nuevo no pega ni con cola con un espíritu altanero que pretende comerse el mundo entre cerveza y cerveza. Así que no me extraña nada que al de Heppenheim se le vea tristón como a un griego, como a un portugués o incluso como a un español de la etapa del menos impuestos y más trabajo para todos, porque vaya idea que ha tenido al bautizar como Abbey a su monoplaza de este año. ¿Abbey? ¿Abbey? Pues sí, Abbey, y el caso es que con estas cinco letras sólo se me ocurre entonar aquella canción que decía: Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, Abbey.

No me distraigo. Decía más arriba que en esta vida no es buena idea aspirar a ser alemán. Si acaso, se podría intentar, pero siempre y cuando desarrolláramos nuestra personalidad al amparo de la industria austriaca, ya que a la vista está que intentarlo bajo otros pabellones no resulta interesante, y si no, miremos a Timo, a los dos Nico o al Michael vestido de plata, o incluso a Adrian.

Llegados a este punto creo que podemos coincidir en que Sebastian ha triunfado en el automovilismo deportivo de elite por ser rematadamente bueno cuando el coche que conduce arrima el hombro, por ser notables sus virtudes cuando el auto va de nones, y por ser jovencísimo, sobre todo por esto último.

Al hilo, considero que los males que sufre Sebastian son de amores, y me explico. Uno se hace mayor quiera que sí, quiera que no. Van pasando los años y quien más y quien menos empieza a ruborizarse con las pequeñas o grandes hazañas que antes le permitian sacar pecho. El de Heppenheim, por mucho alemán que sea, no iba a ser distinto en esto que nos sucede al común de los mortales cuando comenzamos a darnos cuenta de que no conviene ser demasiado chubarra en la vida. Total, que más o menos a la edad que tiene Vettel, los chicos recapacitamos, sopesamos y reconducimos nuestros actos. Te peinas, te afeitas más a menudo, te perfumas con Agua Brava y pretendes prosperar cambiando de hábitos por ver si cuela.

Sí, esto supone una traición como la copa de un pino, pero todos los machotes pasamos por este aro tarde o temprano, de manera que a base de sutilidades intentas que el gentío te mire distinto (otra cosa es que lo consigas o no), sobre todo las chicas, y claro está, con nombrecitos como los que ponía a sus monoplazas antes, me imagino el papelón del rubio a la hora de intentar ligar, de manera que lo uno lleva a lo otro y el chiquillo prueba con ponerse interesante y serio —al estilo de doña Angela Merkel, que diría aquél—, y piensa que Abbey no suena ni a tango ni a lupanar barato, y la lía parda porque cae en la trampa que él mismo se ha tendido renunciando a sus raíces, perdiendo por tanto todo su veneno.

Os leo a la espera de que Sebastian descubra el síndrome de Peter Pan y comprenda que vivir la vida con algo menos de seriedad resulta incluso recomendable y sano, y por supuesto, que con ser alemán no está todo hecho, ni mucho menos.


2 comentarios:

J-CAR dijo...

Cuando me enteré del nuevo apelativo pensé que todo era cuestión de sensaciones, y que estaría previendo que esta Abbey le iba a dar pocas alegrías. Por lo demás creo que poco ha cambiado. Al Hockenheimring me remito.
¡Saludos al anfitrión y a los invitados!

csm dijo...

Vaya añito le está dando Abbey a su dueño..., quizá, por ello, aún Sebastian no se haya animado a ponerle el sobrenombre, tal como prometió (a principios de temporada) que haría más adelante, según se comportara el coche...
Pero, creo que aún, le queda un trecho para "madurar" o envejecer...será cuando llame a su coche "Hanna" o "Miss Prater"...(que es el nombre de su novia) XD

Un besote!