Lo pensaré mañana

Con permiso del máximo organismo de este demonio deporte, dejo meterme con sus sabias maniobras disuasorias para mañana, porque resulta muy cansino apostillar sus idioteces, y sobre todo, porque hoy el cuerpo me pide un poco de tregua.

Nos estamos haciendo mayores en el buen sentido de la palabra, como los vinos en barrica vieja. Si ayer mencionaba la sabrosa experiencia que me había supuesto la escucha de la tertulia de F1 Actual entre Arce y sus amigos, hoy le toca el turno a mi inseparable GPCAST.

Acabo de escuchar en diferido su primer programa en directo mientras hacía los deberes, y aunque supone el número treinta y nueve y un salto mortal sin red, cuarenta con chichonera si contamos el piloto (¡joder cómo pasa el tiempo!), sigo divirtiéndome escuchándolo, y aprendiendo como el primer día de la mano de Charly, David, Eloy y Félix, aunque a veces no esté de acuerdo con lo que dicen, pero bien mirado, ¿qué sería de nosotros si no hubiera focos bien definidos para el debate? A lo que iba, si a ellos sumamos la estupenda intervención en este último de Jacobo Vega, el mundo parece a estas horas realmente redondo.

Decía hace un par de párrafos que nos estamos ajustando a los nuevos tiempos como jabatos, absorbiendo sus aromas, dejando atrás los posos mientras ganamos en densidad y textura.

La modernidad llega siempre de puntillas. La palabra escrita está sucumbiendo a la inmediatez de la verbalizada con todas sus inflexiones e intenciones a cuestas. Entre risas o seriedades, se impone el cauce que nos ofrecen los Podcast sin que el formato elegido para desarrollarlos importe. Sentimos a los interlocutores o tertulianos como si estuvieran a nuestro lado, percibimos sus nervios, sus dudas, acusamos sus convicciones, y asentimos o rebatimos desde una distancia que se ha reducido a nada gracias a las modernas tecnologías. Ellos hablan, quien sea habla, y nosotros escuchamos... en definitiva, todos participamos y ahí está la gracia.

Desde que Safety Car se abriera a las ondas capitaneada por Felipe J. Blas, marcando en cierto modo la dirección a los que han seguido sus pasos, el cambio a mejor estaba servido, ya que como ocurre en todo entorno maduro, con la iniciativa onubense se sugirieron unos nuevos horizontes por los que ya caminan otros.

No me enrollo. En lo que me toca, me siento orgulloso de poder vivir en primera línea de fuego y con absoluta conciencia, esta puesta de largo de una afición que ha crecido y se siente con ganas de seguir arreando desde el interior de las nuevas trincheras. Tengo envidia sana y albergo dudas sobre si podría sorprenderos con un cambio de modelo, que a lo mejor sí o a lo peor no, o incluso sobre si mis palabras hilvanadas seguirán dando la talla si las dotase de sonido.

Aunque prefiero dejar todo esto para mañana, os juro que no cambio este presente por nada.

Os leo.