Hace mucho que no llamo cantamañanas a Lewis pero ha quedado una noche fabulosa para volver a hacerlo, eso sí, con todo el cariño y a causa de que el nivel de discusión que le rodea, amén de resultar la mayoría de veces profundamente infantil en sus exposiciones, incluso las suyas son pueriles de cojones, escora peligrosamente hacia esa golosa tierra de nadie donde la culpa siempre es del maestro armero, de Ferrari en este caso.
¿La italiana tiene la culpa...? Hombre, la tiene, pero no por lo que parece, sino por haber confiado en una figurita de Belén para intentar arreglar un destrozo que se ha ido cociendo a fuego lento durante años.
En fin, el SF25 no es un coche cómodo ni ha salido bueno, aunque el citado supo ponerlo en primera posición en la Sprint de China y en manos de Leclerc está funcionando mejor que en las suyas, y ello a pesar de que el monegasco juega en campo contrario pues los ojos y energías de la rossa están puestos en satisfacer a la nueva adquisición, cuando no en evitar pegarse tiros en el pie.
¿Qué le pasa entonces a Hamilton...?
Bajo mi humilde modo de ver las cosas, al heptacampeón se le ha quemado el celuloide de la película que se montó cuando pensó que resultaría asequible emular al Michael Schumacher de la segunda mitad de los noventa, aquél que resucitó La Scuderia, y está saliendo por donde siempre lo hace: dando un recital gratuito de cómo no se debe gestionar la frustración. A pesar de que el horno no está para bollos quiere foco y seguir siendo el ente espiritual e inspirador que se ha imaginado ser, pero está topando con la crudeza de una escuadra que sigue resultando fallona en líneas generales, que, en esta ocasión, en vez de un verdadero líder se ha comprado en AliExpress un muñeco que deja mucho que desear en cuanto a acabado.
Senna, el Kaiser, ídolos ambos del inglés, eran ante todo currantes de pico y pala que sabían cómo echarse el equipo a la espalda y motivarlo incluso en las etapas más duras, sobre todo en esos desiertos. Lewis no entiende de esto. Ha vivido toda su experiencia en F1 protegido por patrones y prensa y, bueno, intuyo que no estaba preparado para un bañito de realidad de este calibre, ni para asimilar que le pagan lo que le pagan en Maranello también por sudar la camiseta y poner buena cara a la adversidad.
Por aquello de ser sincero os diré que lo que más me molesta de todo es el papelón que le está tocando interpretar a Charles, víctima colateral de este feo sarao en el que la batuta la lleva un tipo que ni come ni deja comer, como el perro del hortelano, que lo único que está buscando es salvar su marca personal y el culo ante sus entregaditos.
Os leo.
1 comentario:
Es inglés, en realidad seria morning-singer.
Abrazote alicantino
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