La vida es injusta, en vez de Lewis Hamilton, es Ron Dennis quien debería estar protagonizando un cameo en Call of Duty Infinite Warfare. Lo merece infinitamente más.
«La primera regla del Fight Club es: Nadie habla sobre el Fight Club.» Y Ron nos había hurtado que lo suyo son sólo negocios aunque por la noche, cuando nadie les ve, por puro placer, se faja a hostias en el aparcamiento de Woking con Mansour Ojjeh y con Mahmood H. Alkooheji. Por turnos, como mandan las reglas del Club de la Lucha, porque él está hecho un toro y porque entre amigos tiene que haber un mínimo código de honor, aunque sólo pueda quedar uno, como en Los Inmortales.
«La segunda regla del Fight Club es: Ningún miembro habla sobre el Fight Club.» Y Ron jamás ha fardado de lo peligroso que vive desde que Marlboro le ayudara a hacerse con McLaren a comienzos de los ochenta del siglo pasado.
Ni de que se buscara como aliado al hijo bont vivant de un traficante de armas que se enriqueció en la guerra del Líbano (entre otras), sirviendo herramienta lo mismo a cristianos que a palestinos musulmanes o a quien las solicitara, previo pago en dólares, obviamente. Ni que con el tiempo, ambos, el vástago de Akrim Ojjeh y él, se aliaron con un fondo depredador como Bahrain Mumtalakat Holding, al que, sinceramente, la Fórmula 1 le importa una higa mientras McLaren Group siga proporcionando tela.
«La tercera regla del Fight Club es: Todo acaba cuando uno de los contendientes hace una señal, grita "basta" o desfallece.» Y Ron ha ganado siempre, salvo cuando, rompiendo las reglas del Club de la Lucha, tuvo que pelear con sus dos socios a la vez y la prensa británica sancionó tamaña felonía saludando la llegada del melifluo Martin Whitmarsh a la punta de lanza de la entente, para gozo de expertos, especialistas y mojabragas.
«La cuarta regla del Fight Club es: Solo dos hombres por pelea.» Y Ron la hizo valer a principios de 2014 a pesar de Mansour y Mahmood. Y retomó su puesto de cabecera y empezó a asimilar que la vida es aún más jodida de lo que cuentan, que los negocios son algo peor que sólo negocios, que estaba más solo que la una y que echaba en falta, como nunca, los besos de la madre de sus hijos: Lisa.
«La quinta regla del Fight Club es: Sólo una pelea cada vez.» ¡Y una mierda! Ron sabe que nunca es una pelea a la vez, que cuatro niñatos que han tenido la vida fácil, jamás entenderán cómo un simple mecánico ha podido llegar tan alto. También conoce que no se lo perdonan. Pero esto le da fuerzas.
Recuerda cómo ató en corto a la McLaren de Bruce y Mayer hasta hacerse con ella. Cómo trasladó la sede original de Colnbrook a su Woking natal, y cómo llevó allí a la mismísima Reina de Inglaterra para borrar cualquier rastro del piloto neozelandés. Cómo bautizó a sus coches con el P4 que refiere por los siglos de los siglos sus gestas en F2 y sus orígenes como luchador del Club de la Lucha; cómo le limpió el socio a Frank; cómo perdió a Marlboro y cómo se la devolvió a Ferrari a cuenta de Vodafone; cómo hizo del robo una magistral obra de arte y una perfecta estrategia comercial. Pena que Max pichafloja Mosley nunca se atreviera a dirimir diferencias con él en los aparcamientos del MTG.
«La sexta regla del Fight Club es: Se peleará sin camisa y sin zapatos.» Y Ron parece Tarzán de cinturón para arriba, y una fiera cuando combate con los puños o a patadas. Lisa, cuando lamía sus heridas con lengua tibia y labios calientes, le decía: Ron, amor, tienes que dejarlo, esto no es para siempre, esto no es vida. Y él le contestaba acariciándola los cabellos: son sólo negocios, cariño.
«La séptima regla del Fight Club es: Cada pelea durará el tiempo que sea necesario.» Y Ron no ha terminado aunque hoy escupa sangre por la boca. Cuando acabe su contrato volverá a intentarlo, quizás en una aventura nueva. Como ha hecho siempre. Asumiendo que a cada pecado le corresponde una penitencia y que él las merece todas.
«La octava regla del Fight Club es: Si ésta es tu primera noche... tienes que pelear.» Y Ron es de los que no cejan ni así los maten.
Cuando lo de Apple, sonaba extraño que se hubiese filtrado información sobre una operación fallida. ¿A quién importaba eso?
Faltaba conocer el montante y a quién beneficiaba en el reparto de poder. Dennis forma parte de China Minsheng Investment Group (CMIG) desde inicios de 2015, y el fondo chino ha puesto sobre la mesa 1.880 millones de dólares —dos veces y media lo que ha soltado Liberty en su primer tramo de adquisición de CVC—, pero, de nuevo, Ojjeh y Mumtalakat han decidido quebrantar la cuarta regla del Club de la Lucha. ¿Por qué?
La prensa y el mojabraguismo parecen saludar, o no han caído en la cuenta, que la joya de la corona británica está ahora en manos extranjeras. Nos dicen que lo de Apple no tiene absolutamente nada que ver en este asunto y ni mencionan el Brexit y el nivel de incertidumbre económica al que ha sometido a las islas. Pero a mí, que me gusta rodearme de gente más valiosa que yo, me asaltan las dudas porque Ernesto me avisaba el sábado pasado de que una cosa y la otra sonaba a que estaban relacionadas, pues el matiz reside en qué inversor apoya a qué socio en un momento tan delicado, no en qué cantidad aporta. El control, y lo más importante: el para qué...
Estoy con Ron. El británico me cae mal, pero esta noche, cuando baje a los aparcamientos de la sede central de Woking, lejos de los focos y las plumas que acusan de italianización a los demás, olvidando que McLaren lleva más de una década y media sin comerse un colín, que a Williams ni se la espera, que queda feo posicionarse en el bando de la especulación ciega, pura y dura, lo jalearé con todas mis fuerzas: ¡Machácales los riñones, dales donde más duele...!
En la vida hay malos y peores. Los buenos están en desuso, demodé, que dicen. Ron supuso el comienzo del viaje a los infiernos de Fernando Alonso, pero soy capaz de perdonárselo sin necesidad de olvidarlo, como hacen aquellos que siempre están en el lado bueno, los equidistantes, los mismos que hoy andan pidiendo respeto para un hijodeputa que nos resulta entrañable, sencillamente porque milita en el bando de los que serán quemados en la hoguera.
«La regla nona del Fight Club (nunca enunciada por Tyler Durden) es: Que te la pele lo que digan.» Y a Ron y a mí, nos importan un carajo los que buscan excusas que no van más allá de la punta de su nariz, que encuentran razones para todo en supuestos desencuentros entre amigos leales o en cualquier otra bastardía romanticona o dulzona, o mierdera a más no poder, si me lo permitís, con tal de no llamar pan al pan, vino al vino, negocio al negocio, y Fight Club al Club de la Lucha.
Os leo.
«La segunda regla del Fight Club es: Ningún miembro habla sobre el Fight Club.» Y Ron jamás ha fardado de lo peligroso que vive desde que Marlboro le ayudara a hacerse con McLaren a comienzos de los ochenta del siglo pasado.
Ni de que se buscara como aliado al hijo bont vivant de un traficante de armas que se enriqueció en la guerra del Líbano (entre otras), sirviendo herramienta lo mismo a cristianos que a palestinos musulmanes o a quien las solicitara, previo pago en dólares, obviamente. Ni que con el tiempo, ambos, el vástago de Akrim Ojjeh y él, se aliaron con un fondo depredador como Bahrain Mumtalakat Holding, al que, sinceramente, la Fórmula 1 le importa una higa mientras McLaren Group siga proporcionando tela.
«La tercera regla del Fight Club es: Todo acaba cuando uno de los contendientes hace una señal, grita "basta" o desfallece.» Y Ron ha ganado siempre, salvo cuando, rompiendo las reglas del Club de la Lucha, tuvo que pelear con sus dos socios a la vez y la prensa británica sancionó tamaña felonía saludando la llegada del melifluo Martin Whitmarsh a la punta de lanza de la entente, para gozo de expertos, especialistas y mojabragas.
«La cuarta regla del Fight Club es: Solo dos hombres por pelea.» Y Ron la hizo valer a principios de 2014 a pesar de Mansour y Mahmood. Y retomó su puesto de cabecera y empezó a asimilar que la vida es aún más jodida de lo que cuentan, que los negocios son algo peor que sólo negocios, que estaba más solo que la una y que echaba en falta, como nunca, los besos de la madre de sus hijos: Lisa.
«La quinta regla del Fight Club es: Sólo una pelea cada vez.» ¡Y una mierda! Ron sabe que nunca es una pelea a la vez, que cuatro niñatos que han tenido la vida fácil, jamás entenderán cómo un simple mecánico ha podido llegar tan alto. También conoce que no se lo perdonan. Pero esto le da fuerzas.
Recuerda cómo ató en corto a la McLaren de Bruce y Mayer hasta hacerse con ella. Cómo trasladó la sede original de Colnbrook a su Woking natal, y cómo llevó allí a la mismísima Reina de Inglaterra para borrar cualquier rastro del piloto neozelandés. Cómo bautizó a sus coches con el P4 que refiere por los siglos de los siglos sus gestas en F2 y sus orígenes como luchador del Club de la Lucha; cómo le limpió el socio a Frank; cómo perdió a Marlboro y cómo se la devolvió a Ferrari a cuenta de Vodafone; cómo hizo del robo una magistral obra de arte y una perfecta estrategia comercial. Pena que Max pichafloja Mosley nunca se atreviera a dirimir diferencias con él en los aparcamientos del MTG.
«La sexta regla del Fight Club es: Se peleará sin camisa y sin zapatos.» Y Ron parece Tarzán de cinturón para arriba, y una fiera cuando combate con los puños o a patadas. Lisa, cuando lamía sus heridas con lengua tibia y labios calientes, le decía: Ron, amor, tienes que dejarlo, esto no es para siempre, esto no es vida. Y él le contestaba acariciándola los cabellos: son sólo negocios, cariño.
«La séptima regla del Fight Club es: Cada pelea durará el tiempo que sea necesario.» Y Ron no ha terminado aunque hoy escupa sangre por la boca. Cuando acabe su contrato volverá a intentarlo, quizás en una aventura nueva. Como ha hecho siempre. Asumiendo que a cada pecado le corresponde una penitencia y que él las merece todas.
«La octava regla del Fight Club es: Si ésta es tu primera noche... tienes que pelear.» Y Ron es de los que no cejan ni así los maten.
Cuando lo de Apple, sonaba extraño que se hubiese filtrado información sobre una operación fallida. ¿A quién importaba eso?
Faltaba conocer el montante y a quién beneficiaba en el reparto de poder. Dennis forma parte de China Minsheng Investment Group (CMIG) desde inicios de 2015, y el fondo chino ha puesto sobre la mesa 1.880 millones de dólares —dos veces y media lo que ha soltado Liberty en su primer tramo de adquisición de CVC—, pero, de nuevo, Ojjeh y Mumtalakat han decidido quebrantar la cuarta regla del Club de la Lucha. ¿Por qué?
La prensa y el mojabraguismo parecen saludar, o no han caído en la cuenta, que la joya de la corona británica está ahora en manos extranjeras. Nos dicen que lo de Apple no tiene absolutamente nada que ver en este asunto y ni mencionan el Brexit y el nivel de incertidumbre económica al que ha sometido a las islas. Pero a mí, que me gusta rodearme de gente más valiosa que yo, me asaltan las dudas porque Ernesto me avisaba el sábado pasado de que una cosa y la otra sonaba a que estaban relacionadas, pues el matiz reside en qué inversor apoya a qué socio en un momento tan delicado, no en qué cantidad aporta. El control, y lo más importante: el para qué...
Estoy con Ron. El británico me cae mal, pero esta noche, cuando baje a los aparcamientos de la sede central de Woking, lejos de los focos y las plumas que acusan de italianización a los demás, olvidando que McLaren lleva más de una década y media sin comerse un colín, que a Williams ni se la espera, que queda feo posicionarse en el bando de la especulación ciega, pura y dura, lo jalearé con todas mis fuerzas: ¡Machácales los riñones, dales donde más duele...!
En la vida hay malos y peores. Los buenos están en desuso, demodé, que dicen. Ron supuso el comienzo del viaje a los infiernos de Fernando Alonso, pero soy capaz de perdonárselo sin necesidad de olvidarlo, como hacen aquellos que siempre están en el lado bueno, los equidistantes, los mismos que hoy andan pidiendo respeto para un hijodeputa que nos resulta entrañable, sencillamente porque milita en el bando de los que serán quemados en la hoguera.
«La regla nona del Fight Club (nunca enunciada por Tyler Durden) es: Que te la pele lo que digan.» Y a Ron y a mí, nos importan un carajo los que buscan excusas que no van más allá de la punta de su nariz, que encuentran razones para todo en supuestos desencuentros entre amigos leales o en cualquier otra bastardía romanticona o dulzona, o mierdera a más no poder, si me lo permitís, con tal de no llamar pan al pan, vino al vino, negocio al negocio, y Fight Club al Club de la Lucha.
Os leo.
5 comentarios:
Siempre pienso que no podrás hacerlo, Josete, y siempre acabas jodiéndome. Ron es un bastardo, pero te leo, y vuelvo a leerte, y me entran ganas de que mande a tomar por culo al de las armas y a los bareiníes. No le perdono lo de 2007, pero ostias, hoy hasta me cae majo y sé que el cabrón eres tú. De reojo siempre, Josete, Orroe. No dejes de escribir porque nos condenas, y aúpa con todo, tú sí que no caminas solo ;)
Bigotum al aparato:
"son sólo negocios...": ¿Hay algo más personal que los negocios? Yo no lo conozco...
He visto tantos negocios caer por rencillas personales internas que se disfrazaban de números, que me declaro fan de lo romántico/mierdero...
Ya se sabe, una cuenta de resultados lo aguanta todo... mientras se quiera... y luego ya se buscarán las excusas convenientes (reales todas ellas, pero no por ello absolutas)
a seguir escribiendo...
A mí siempre me pareció que Ron Dennis fue tan víctima como Alonso del mierdismo (entiéndase como "rancio nacionalismo inglés"). Esperemos sus memorias, a ver qué dice en ellas de aquellos sucesos. Y precisamente por el desplazamiento de Ron fuera de la dirección de McLaren, no me extrañaría nada que la carrera del asturiano en la F1 acabe el año que viene, o incluso antes. Todo va a depender de si Honda nos sale para 2017 con un pepino de motor; si no es así veo al Nano corriendo las 500 Millas y las 24 Horas más pronto que tarde.
Me voy por los caminos que traza Cao Wen, ¿que pinta Honda en todo esto?, porque no me creo que Honda no esté más que informado de todo este guateque organizativo, mejor dicho dinerario.
Lo de Apple me suena cómo algo muy posible, y si no es Apple puede ser cualquier otro que acabe en inc o en SL o en corp, o en SA, o en cualquier abreviatura de venta a empresa con mucho dinero por medio y que el hdp de Denis no quería.
Pero volviendo al principio, ¿que dice Honda de todo esto? porque el tema dinero me la replantunfa.
Saludos
Hola José.
Te leo desde tus comienzos del blog, nunca te escribí. Si te digo que de las más de veinte páginas de F1 que tengo de consulta habitual, la tuya está en primer lugar, eso ya dice lo que siento por ella.
Es una ceremonia y un goce para mí leerla y disfrutarla todos los días, porque hablas de la F1 sí, pero hablas más de la vida y del mundo en el que vivimos y quienes son las personas que lo habitan, sus hazañas, sus intereses altruistas o mezquinos, sus logros y sus miserias.
A veces siento como si las hubiera escrito yo, pero desgraciadamente no tengo el don que tu tienes para las palabras.
En cuanto a esta entrada de Ron Dennis, no puedo dejar de decirte que es una pieza literaria de las mejores que has escrito (sino la mejor), ello me motivó a escribirte.
Me siento tan identificado con lo que allí describes y me resulta tan raro salir a defender o compadecerme de Ron cuando lo hubiera golpeado si me lo cruzara en la calle por lo que le hizo a Alonso en el 2007. Era (¿soy?) fanático de McLaren desde la época de Prost/Senna y no pude soportar lo que le hicieron al asturiano, fue una villanía que le arruinó no sólo el año sino la carrera deportiva de Alonso.
Bueno, nada más, mi admiración por ti me llevó a escribir estas líneas.
Desde Argentina, un fiel seguidor tuyo.
Un abrazo grande y que puedas seguir muchos años más con esto, te admiro.
Osvaldo
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