La temporada aguanta como puede, que no es poco. Los síntomas son evidentes: el sentido del humor anda por los suelos, a la peña le ha dado por filosofar sobre la entidad del concepto «deporte», y hemos bajado la guardia hasta el punto de que con la llegada de Lance Stroll a Williams, no se nos ocurre mejor idea que hablar de la calidad del chaval, de pilotos de pago, de filantropía paternofilial o de amor de padre, a secas, cuando a lo peor el que ha desembarcado en la Fórmula 1 es don Lawrence, a la sazón, progenitor de la criatura y tapado de esta historia.
Es sabido que Jean Piaget utilizaba a sus críos como cobayas para desarrollar sus teorías contructivistas sobre el desarrollo cognitivo y relacional en la infancia. Desconozco si la madre puso el grito en el cielo alguna vez, o incluso si corrió a gorrazos a su eminente esposo, pero básicamente, que los padres usen a sus hijos para levantar sus propios castillos en el aire, ni es nuevo, ni debe resultarnos extraño.
En este sentido, Lawrence Stroll está disfrutando de una incursión en el motorsport mucho más meteórica y brillante que la que está protagonizando su augusto hijo, y casi sin hacer ruido, se ha metido hasta la cocina del cuarto o quinto equipo de la parrilla porque en los tres primeros y en otro que anda suelto por ahí, los tiburones son más grandes y voraces que el multimillonario canadiense.
El cebo es un chiquillo y el amor de un padre, ¿quién no compraría la novela? Pero quien lo sujeta es un acero vanadio muy bien afilado, que aprovechando las tontunas de la FIA con la Superlicencia, ha visto camino libre para conseguir su propósito de codearse con lo mejorcito de la fauna formulera sin apenas levantar sospechas. No es Patrick Head ni los tiempos actuales se corresponden con aquellas historias bonitas que vivieron Frank y su socio, pero con el peso que ha comprado Stroll senior en Williams, Lawrence y Claire podían incluso hacer buena pareja.
A la pregunta de si poseer una escudería de Fórmula 1 servía, básicamente, para hacer negocios, Gerard Lopez (Lotus) fue meridianamente claro y contundente en su respuesta: «Sí, claro. Para mí y para todos los equipos. En la Fórmula 1, todo gira alrededor de otros negocios. Por eso hay tantos países que quieren albergar carreras. Un Gran Premio es el mejor sitio para cerrar grandes acuerdos.»
Mi pregunta a los que debaten ahora si Lance llega demasiado pronto a la máxima disciplina, si es lícito que lo haga con el dinero familiar o con la alfombra que ha tendido su padre a base de billetera, o si no había mejores candidatos que él para ocupar el asiento en la de Grove, es sencilla: ¿Por qué no nos interrogamos antes en qué está invirtiendo y qué busca papá?
Os leo.
Mi pregunta a los que debaten ahora si Lance llega demasiado pronto a la máxima disciplina, si es lícito que lo haga con el dinero familiar o con la alfombra que ha tendido su padre a base de billetera, o si no había mejores candidatos que él para ocupar el asiento en la de Grove, es sencilla: ¿Por qué no nos interrogamos antes en qué está invirtiendo y qué busca papá?
Os leo.
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