No están los tiempos como para meterse en aventuras y tal vez por eso mismo —o porque soy lobo viejo, vaya usted a saber—, a los que me preguntáis qué pienso sobre la actitud de Williams os contesto siempre lo mismo: ¡Chapeau por Grove!
Comprendo que puede chocar que con mi natural optimismo, aplauda una opción amarrategui a más no poder, pero qué queréis que os diga: tal y como están las cosas, ser tercero, el primero de los otros tras Mercedes AMG y Ferrari, ha tenido que saber a gloria en el seno de un equipo que desde finales de la década de los noventa del siglo pasado hasta el amanecer del nuevo reglamento que disfrutamos en estos momentos, las ha pasado más putas que bonitas.
A Patrick Head le han otorgado recientemente la condecoración que lo acredita como Caballero de la Orden del Imperio Británico. El viejo Frank la tiene desde 1999. Si el mundo dispusiese de tres puntos cardinales en vez de cuatro, bajo mi humilde opinión serían: Maranello, Woking y Grove. Así y todo, yo era de los que no daba un chavo por Claire, aunque obviamente, me equivocaba.
En un mundo hecho para gigantes, Williams sigue siendo pequeña, pero aún así, lo que cuenta ahora es aguantar sobre el cuadrilátero. Y Grove lo está haciendo gracias entre otras cosas, a que Claire sabe perfectamente que tasar la medida propia, es quizá la parte más jodida del negocio.
Claire Williams, salvando las inevitables distancias, tiene las ideas infinitamente más claras que su padre y su gran amigo. ¿Hace falta un plan? Lo tengo. ¿Hace falta dinero? Lo buscamos incluso aliándonos con el diablo. ¿Hacen falta resultados? Vamos a por ello...
La tradición sirve de poco si no se puede convertir en moneda con que encarar el mañana, y Claire ha materializado todo esto desde casi un inicio. Patrick y Frank estaban presos de una de las historias más hermosas que ha dado la Fórmula 1, y así, ni conseguían resultados ni pasta. Por el contrario, ella ha sabido gestionar Williams como la maquinaria que siempre ha sido y ha logrado que haya futuro para una de las tres escuderías más emblemáticas de la parrilla. Y no me miréis raro, por favor, porque a eso, en empresariales, se llama capitalizar la historia de la empresa.
Estoy escuchando a Simon y Garfunkel. Tal vez no os suenen de nada, pero la chavala de Frank y Virginia me recuerda al boxeador al que cantan los norteamericanos. Buscaba un hueco y lo ha encontrado. Metódica, paciente y firme, sabe dónde puede llegar y lo caro que costaría llegar más lejos. El tercer puesto en la de constructores sanea las cuentas y eso es lo que vale de momento. Misión cumplida por tanto.
Lo decía en septiembre pasado [En línea de flotación]: «No es que le sobre dinero como para meterse a fondo en las evoluciones que exigiría integrar la UP renovada, no nos vamos a engañar tampoco, de forma que Williams se lo está pensando porque tiene confianza en haber alcanzado el punto exacto al que quería llegar en febrero pasado. ¿Es mucho, es poco. Se la puede criticar? Yo no lo haría ni me precipitaría, forastero.»
Lo decía en septiembre pasado [En línea de flotación]: «No es que le sobre dinero como para meterse a fondo en las evoluciones que exigiría integrar la UP renovada, no nos vamos a engañar tampoco, de forma que Williams se lo está pensando porque tiene confianza en haber alcanzado el punto exacto al que quería llegar en febrero pasado. ¿Es mucho, es poco. Se la puede criticar? Yo no lo haría ni me precipitaría, forastero.»
En un mundo hecho para gigantes, Williams sigue siendo pequeña, pero aún así, lo que cuenta ahora es aguantar sobre el cuadrilátero. Y Grove lo está haciendo gracias entre otras cosas, a que Claire sabe perfectamente que tasar la medida propia, es quizá la parte más jodida del negocio.
Os leo.
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