Me alegro infinito por los que han disfrutado como enanos del Gran Premio de Brasil, aunque me temo que ni la realización ha sido buena.
Sí, nos ha quedado por ahí esa fuerza de la naturaleza que atiende al nombre de Max Verstappen: juventud en estado puro, voracidad sin límites. Impulso, inteligencia y ganas de auténtico depredador del asfalto. Pero ni con él en la pizarra terminan saliendo las cuentas.
La tecnología actual es tan compleja, en lo que se refiere a las unidades de potencia, que a los pilotos nos les da ni tiempo a exprimirla. Chuta o no chuta, y si no chuta, te jodes, como en el chiste, como le ha vuelto a pasar esta tarde a Carlos Sáinz. Y no se trata, como le decía a un colega hace un rato, que haya habido coches dominadores en todas las épocas de nuestro deporte, sino que este reglamento aseguraba, al menos sobre el papel, la mayor de las igualdades posibles.
Y aquí estamos, durmiendo el mes de noviembre después del biberón: sin entrenamientos libres, sin capacidad de maniobra ni de respuesta, ni ahora ni en el horizonte, de tanto como se han milimetrado los tokens, las tuercas y los tornillos. Asistiendo a la misma foto finish del año pasado y si la Providencia no lo remedia, del que viene también.
Y aquí estamos, durmiendo el mes de noviembre después del biberón: sin entrenamientos libres, sin capacidad de maniobra ni de respuesta, ni ahora ni en el horizonte, de tanto como se han milimetrado los tokens, las tuercas y los tornillos. Asistiendo a la misma foto finish del año pasado y si la Providencia no lo remedia, del que viene también.
Los W06 de Mercedes AMG han doblado incluso a Jean Todt mientras el monsieur Le President, se pensaba lo de si era conveniente y políticamente correcto, que la Fórmula 1 homenajeara a las víctimas de los atentados de Francia.
Los chicos de Brackley no han dejado ni las migajas en Interlagos. Y si bien la lucha entre ellos ha estado bien, nos ha venido a demostrar que cuando se quiere en tierras de la anglo-germana, se puede, y que si no se ha querido en otras ocasiones, ha debido ser por algo. A saber, dos puntos, que diría aquél.
Nico ha recuperado su mejor arma: la constancia. Ha controlado en todo modo y manera a Lewis Hamilton sobre el asfalto y a éste no le ha quedado otra que hacer el gilipuertas dentro y fuera de la pista, concretamente quemando neumáticos en una batalla que hoy iba a perder, y en la rueda de prensa a cuenta de la broma de la gorra habida con Vettel. Y puesto que ya conocemos cómo le ha salido el tiro por la culata a Valentino Rossi sembrando dudas cuando no hacía puñetera falta, a lo peor al de Stevenage le vienen a visitar Paco y su rebaja el año que viene, si por un casual le toca sufrir entonces, esos momentos difíciles que pasa todo piloto en su vida profesional.
Me alegro infinito por los que han disfrutado como enanos del Gran
Premio de Brasil, aunque me temo que últimamente aspiramos a tan poco, que cualquier grano de azúcar nos sabe a cucharada de miel de la Alcarria.
La foto finish está ahí. Cambian los protagonistas atrás, pero la cacareada igualdad en la parrilla sigue arrasando en el Mundial, y lo que te rondaré, morena.
Os leo.
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