viernes, 18 de septiembre de 2015

Un largo anteayer


Parece hora de olvidar los ruidos entre bambalinas para centrarse en los coches y pilotos que han comenzado a circular sobre el trazado de Marina Bay. 

Es viernes y esto que estoy escribiendo no lo va a leer ni el Tato. Lo sé, así que sí, puedo pasar de puntillas sobre el contrasentido que supone que la Fórmula 1 más verde de todos los tiempos, discurra sin apenas levantar la voz por un entorno que hasta esta madrugada pasada, estaba amenazado por la contaminación y el esmog, y que por aquello de ofrecer un espectáculo nocturno, consumirá este fin de semana casi el doble del combustible que hace falta para que todos los monoplazas que participan en el Mundial completen lo que da de sí el calendario de competición.

Pero como venía diciendo, conviene centrarse en nuestro pequeño día a día, siquiera por comprobar una vez más que así, a lo tonto o a lo bobo, se nos está terminando la temporada entre fuegos artificiales que nos animarán a llegar a Abu Dhabi casi sin aliento. Y menos mal que la prueba del emirato no puntúa doble este año, porque en caso contrario, seguiríamos devorando y devorando récords como si fuesen buñuelos de viento.

Recuerdo la primera vez que escuché lo del Grand Chelem. Creo que lo trajo de las orejas el periodista Carlos Miquel cuando estaba en AS, aunque podría andar errado. Pero el caso es que en aquel instante, la conjunción de palabras sonaba a gesta troyana, a desigual combate entre Aquiles y Héctor o a muerte entre las flores. Y mira tú por dónde, hoy es el día en que suena a un hito más de los muchos que han caído desde que llegaron los reglamentos que trataban de buscar la equidad para no encontrarla jamás.

Como si tal cosa, la Fórmula 1 moderna se está devorando a sí misma. Escapatorias que no penalizan los errores; radio, mucha radio; sobredosis de carreras y puntos —¡hasta el décimo clasificado. Ahí es nada!—; aunque bien mirado, tenemos suerte. No hay por ahí una Petra László que nos dé patadas o nos derribe cuando llevamos el crío en brazos, ni una comunidad europea que nos mire como apestados mientras las fronteras croata y húngara se encargan de mancharse las manos, ni mucho menos, un Cachobo que nos trate como a Rompesuelas

Somos occidentales afortunados. Vivimos la vida a golpe de app o de live timming, siempre a la milésima de segundo, vertiginosamente. Ahí fuera suceden cosas, pero ninguna como vivir Singapur a la luz de los focos, con un Lewis Hamilton que puede pellizcar el recuerdo de Ayrton mientras los Red Bull aprietan y los McLaren hacen simulaciones de haberse equivocado.

Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A poco que haya un pelin de ventaja en un coche u otro Vettel o Ricciardo hacen la pole.Los dos mejores pilotos a una vuelta de largo.

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Buenos días.

Anónimo ;) Yo diría que te dejas a Lewis Hamilton, pero en fin :P

Jose