sábado, 19 de enero de 2013

Volver... con la frente marchita


Nací con el dorsal número 5 y un Elf tatuado en la frente, aunque terminé rindiéndome al rosso que conducía un tipo cuyo apellido resultaba bélgamente indescifrable: Ickx. Recuerdo quién soy cada vez que vuelvo a tomar el volante después de haber hecho pellas por unos días, como ocurre hoy, diecitantos de enero de 2013, jornada de pares y nones que mañana se quebrará definitivamente en veinte para susurrarme al oído que llevo un año exacto menos cinco días, en el que no he sido capaz de escribir abril llamándolo por su nombre. Poso mis pies en tierra hoy tras un largo periplo que sólo ha durado siete jornadas pero que me sabe a circunvalación del globo. Noche de tormenta en Gorliz, cruz que marca en rojo un calendario al cual retorno golpeando con los dedos un teclado que huele a goma quemada. Uno de muchos, uno de tantos como tengo, pero del que dependo más que de otros porque en él vibro como vibran las noches frías de invierno que se desperezan entren brumas y acantilados de niebla, al alba, y cuyas lindes y profundidades son señaladas por árboles que trinan de tantos pajarillos como albergan sus ramas.

Abril queda lejos, pero aún sostengo la mano tibia y escucho la risa de Lourdes...

Y llegará el veinticuatro y me diré ¡un año ya!, y querré abordarlo como tomaba las curvas el escocés que sobre un monoplaza azul me señaló que de la vida se despide uno cada día, besando frentes o dando los buenos días, corazón, en un ciclo que sólo se cierra cuando besas las mismas frentes y das el buenas noches, corazón. Que al veinticuatro no se llega ni siquiera un año más tarde, si no te enfrentas al diecinueve, al veinte, al ventiuno, al veintidós y al veintitrés, con el ánimo de atesorar cada uno de ellos como si fuera el último, y fueses capaz de alcanzar a despertar el veinticinco sin que tus propios sueños hubiesen arañado la coraza con la que crees sentirte intocable, invulnerable, maduro en vez de crío.

Abril sigue riendo. La oigo mientras escucho a Gardel recitar el yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno... Volver, volver a Ixtlan. Sentir cómo Jackie toma las curvas sobre su Tyrrell en el viejo Nürburgring y tratar de emularlo con el convencimiento de ser capaz de terminar una carrera que comenzó en verano y se prolonga porque la lluvia arrecia y el piso está mojado, porque posaste un beso sobre una frente por la mañana, corazón, antes de despedirte por si no volvías, y a estas horas sólo aspiras a ver la bandera de cuadros para bajarte del coche y que tus zapatillas mojadas besen el suelo seco.

Volver... con la frente marchita. Abril.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te sigo hace tiempo desde el sur, camuflado entre las estadísticas que cuentan tus visitantes. Hoy me hago presente para darte las Gracias. Gracias

Nacho dijo...

Bonito....¡ eres 1 poeta ¡