jueves, 13 de diciembre de 2007

Si Bruce levantara la cabeza (IX)


Entre 1987 y 1990, McLaren ha perdido a John Barnard y a Alain Prost. Entre éste último y 1993, perderá también a Steve Nichols (padre del MP4/4), a Senna y a Honda. No son buenos años aunque los resultados digan lo contrario; de no haber sido por la incuestionable calidad del conductor brasileño, la crisis en su seno habría comenzado mucho antes. Lo de menos es que Barnard, Prost y Nichols hayan acabado en Ferrari (el gran enemigo), como lo hará Marlboro en 1997 (ya flirteaba con la de Maranello desde 1984), lo grave es que todo el esfuerzo que se realiza en McLaren desde 1987 parece acabar en manos de sus competidores, y la escudería termina por pagarlo.

La situación de McLaren en 1994 es sencillamente lamentable y no parece que haya posibilidades de cambiarla. El chasis MP4/9 no funciona sobre la pista, Oatley no parece un ingeniero que esté a la altura de las circunstancias y se muestra incapaz de alargar la estela de Barnard y Nichols más allá de lo que ya ha conseguido con el MP4/6, MP4/7 (un auténtico madero) y el MP4/8. Por si fuera poco, tras el abandono de Honda y la esporádica utilización del motor Ford (1993), la escudería apuesta por una plataforma propulsora que no ofrece garantías (Peugeot)… Este cúmulo de circunstancias originará que desde 1993 la escudería de Woking no gane ninguna carrera hasta que en 1997 el escocés David Coulthard acabe con la sequía.

Ya es hora de comenzar a destacar las virtudes de Ron Dennis, porque también las tiene, y porque sin ellas su retrato quedaría desvirtuado. En sintonía con lo dicho, hay que reconocer que habiéndose hecho con las riendas de McLaren en 1980, fue capaz en menos de una década de aglutinar a su alrededor uno de los equipos técnicos y humanos más interesantes e inteligentes de toda la historia de la Fórmula 1, y que también supo granjearse el apoyo de patrocinadores y socios, lo que a la postre situó a su escudería en una posición envidiable en la parrilla, sólo equiparable, a cierta distancia, obviamente, a la que ha disfruta Ferrari.

Como ocurre en todos los órdenes de la vida, los errores cometidos comienzan a pasar factura en el momento menos adecuado, y digo que es el menos adecuado porque la etapa que se abre ante la escudería a partir de 1993 no supone un simple bache como el sufrido entre 1986 y 1988, y el que sufrirá a partir de 2000, sino que es una grave crisis de la que parece muy difícil levantarse.

Dicho esto, y dado que en la misma situación otros equipos simplemente desaparecieron, debemos mirar con bastante respeto al hombre que supo sobreponerse a los problemas, intentó solucionarlos, y lo consiguió para casi empezar de cero en 1996. Pero no adelantemos acontecimientos.

En 1994, tras la marcha de Senna a Williams, Dennis decide aplicar la única medicina que ha funcionado siempre en F1: un primer piloto y un segundo que le cubra las espaldas. Por ello, arropa a Mika Hakkinen acompañándolo por hombres que no le inquietan (Martín Brundle y Philippe Alliot) y que le permiten seguir madurando. El finlandés terminará cuarto en la general a 66 puntos de Michael Schumacher.

Sin embargo, el patrón de McLaren sabe perfectamente que no puede prolongar demasiado tal estado de cosas y en 1995 abre las puertas de McLaren a Mercedes Benz, a través de un pacto asociativo de larga duración que permitirá a la casa alemana retornar a la alta competición después de 40 años de haberla abandonado (su última participación data de 1955).

Si durante la década de los 80 y primeros años de los 90 del siglo pasado, las grandes marcas automovilísticas se habían implicado en la Fórmula 1 como meros agentes secundarios (proporcionando motores, fundamentalmente), a mediados de la misma comienza a constatarse que tienen un interés claro por volver a ser protagonistas, y Dennis es uno de los primeros en entender el nuevo cambio de rumbo que va a convulsionar el deporte en los próximos años (bastaría que mirásemos detenidamente las parrillas de los Grandes Premios actuales, para constatar que Ron acertó de pleno en su elección).

En 1995, McLaren necesita estabilidad, lo que en la práctica supone minimizar los riesgos mientras se prima la evolución del nuevo proyecto. En el apartado técnico, Neil Oatley y Henri Durand serán los encargados de conseguirla hasta la completa puesta a punto del nuevo motor Mercedes 3.0 V10, flirteando con la aerodinámica del MP4/10 en apuestas arriesgadas (cubrecapot trasero alargado, coronado por un pequeño y antiestético alerón secundario) que no logran dar frutos. En el humano, Hakkinen, quien ha ganado experiencia y eficacia, mantiene el tipo desde su puesto de primer piloto, y a pesar de haber sufrido un accidente en Adelaida que a punto está de costarle la vida, logrará el séptimo puesto en la tabla de pilotos. A su lado o sustituyéndole, estarán Mark Blundell, Jan Magnussen y Nigel Mansell (poco antes de su retiro definitivo), mientras David Coulthard termina su contrato con Williams.


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