Bien está que Jean Todt reclame cierta contención a la hora de valorar la Fórmula 1 ya que las críticas la devalúan, y también, que Bernie Ecclestone recuerde a los aficionados a cuenta del debate abierto sobre el cierre parcial o total de los habitáculos, que un poco de riesgo viene bien al espectáculo...
Como digo, está bien que así sea, aunque a estas alturas del año —sin quererlo ni beberlo, ya nos hemos fundido enero—, me gustaría saber por qué parecen tener menos importancia los tres títulos conseguidos por Lewis Hamilton que los que obtuvo en su día Sebastian Vettel.
Llevo diciéndolo desde mediados de temporada: al piloto británico no se le está concediendo lo que merece. Se ha equiparado en coronas a Ayrton Senna, podría emular a Alain Prost este mismo año, sin embargo, su épica sigue siendo solapada por la tontería de que vivimos una época de ingenieros, de estrategias, cuando en sentido estricto, el escenario es muy similar al que rodeó al de Heppenheim en la obtención del suyo.
Iría más lejos, pero por no herir sensibilidades prefiero dejarlo aquí. Y es que tasando la consecución de los terceros títulos de Vettel y Hamilton, gana el británico de calle. No hay comparación, vaya.
Sebastian firmaba en 2012 un final de campeonato en Interlagos de tirar literalmente a la basura: choque con Bruno Senna en los primeros compases de la prueba. Nervios, agonía. Remontada con ayuda de los Toro Rosso y de Michael Schumacher. Follón por el lío de las banderas. 3 puntos de saldo con respecto a Fernando Alonso tras quedar sexto, y pare usted de contar.
Lewis, sin embargo, ha dominado de cabo a rabo la sesión 2015. Tanto es así, que le han sobrado tres carreras. Nada más y nada menos que 59 puntos de distancia sobre Nico Rosberg, el segundo clasificado, que podrían haber sido más si su escudería no hubiese decidido amarrar el subcampeonato del hijo de Keke...
Puestos a comparar, la tercera corona del de Stevenage se parece en cuanto a dominio, a las que consiguió Vettel en 2011 y 2013, que se celebraron por todo lo alto, si mal no recuerdo, incluso desechando numantinamente la idea de que Adrian Newey o el muro de Red Bull, o la política o la ayudita de Pirelli, hubieran tenido algo que ver en tan diamantinas gestas.
Pero por lo que se ve, a Hamilton parece que le ha tocado bailar con la más fea. Por hache o por be, sus títulos tienen menor repercusión en un mundo que lucha en boca de sus máximos dirigentes, por no devaluarse y por mantener una cierta cuota de riesgo, como decíamos al principio.
No ha tenido suerte, o si la ha tenido, ha sido adversa. Lewis está a punto de abordar uno de los retos más importantes de su carrera y a su alrededor se percibe un pastoso silencio que nos lleva a preguntar: ¿En Fórmula 1 hay campeones de primera y de segunda? ¿Quién decide qué campeón es válido y cuál no? ¿No serán los mismos trileros que afirman trabajar por el espectáculo pero no se cortan ni tanto así, en ensalzar o matar a los héroes que lo alimentan porque éste es adecuado y este otro no?
Sea como fuere, tenemos un tricampeón del mundo que puede conseguir este año su tercera corona consecutiva y la cuarta de su carrera deportiva.
En manos de auténticos profesionales de la mercadotecnia y la publicidad, este hecho totalmente circunstancial serviría para dotar a la temporada 2016 de un valor difícil de rechazar por cualquier aficionado que se precie de ser llamado así.
¿Quién no querría presenciar cómo el chavalín que puso en apuros a Fernando Alonso en 2007, se empareja en entorchados con Vettel y Prost? ¿Quién en su sano juicio cierra la puerta a la posibilidad de que sea él y no Sebastian, quien consiga empatar a títulos con el Kaiser? Dos años como éste y sería pan comido codearse con Fangio. Otros dos más, y Shumacher dejaría de ser Schumacher...
Se me ocurre incluso un eslogan: «Yo no soy tonto, he adoptado un tricampeón del mundo.»
Os leo.
Como digo, está bien que así sea, aunque a estas alturas del año —sin quererlo ni beberlo, ya nos hemos fundido enero—, me gustaría saber por qué parecen tener menos importancia los tres títulos conseguidos por Lewis Hamilton que los que obtuvo en su día Sebastian Vettel.
Llevo diciéndolo desde mediados de temporada: al piloto británico no se le está concediendo lo que merece. Se ha equiparado en coronas a Ayrton Senna, podría emular a Alain Prost este mismo año, sin embargo, su épica sigue siendo solapada por la tontería de que vivimos una época de ingenieros, de estrategias, cuando en sentido estricto, el escenario es muy similar al que rodeó al de Heppenheim en la obtención del suyo.
Iría más lejos, pero por no herir sensibilidades prefiero dejarlo aquí. Y es que tasando la consecución de los terceros títulos de Vettel y Hamilton, gana el británico de calle. No hay comparación, vaya.
Sebastian firmaba en 2012 un final de campeonato en Interlagos de tirar literalmente a la basura: choque con Bruno Senna en los primeros compases de la prueba. Nervios, agonía. Remontada con ayuda de los Toro Rosso y de Michael Schumacher. Follón por el lío de las banderas. 3 puntos de saldo con respecto a Fernando Alonso tras quedar sexto, y pare usted de contar.
Lewis, sin embargo, ha dominado de cabo a rabo la sesión 2015. Tanto es así, que le han sobrado tres carreras. Nada más y nada menos que 59 puntos de distancia sobre Nico Rosberg, el segundo clasificado, que podrían haber sido más si su escudería no hubiese decidido amarrar el subcampeonato del hijo de Keke...
Puestos a comparar, la tercera corona del de Stevenage se parece en cuanto a dominio, a las que consiguió Vettel en 2011 y 2013, que se celebraron por todo lo alto, si mal no recuerdo, incluso desechando numantinamente la idea de que Adrian Newey o el muro de Red Bull, o la política o la ayudita de Pirelli, hubieran tenido algo que ver en tan diamantinas gestas.
Pero por lo que se ve, a Hamilton parece que le ha tocado bailar con la más fea. Por hache o por be, sus títulos tienen menor repercusión en un mundo que lucha en boca de sus máximos dirigentes, por no devaluarse y por mantener una cierta cuota de riesgo, como decíamos al principio.
No ha tenido suerte, o si la ha tenido, ha sido adversa. Lewis está a punto de abordar uno de los retos más importantes de su carrera y a su alrededor se percibe un pastoso silencio que nos lleva a preguntar: ¿En Fórmula 1 hay campeones de primera y de segunda? ¿Quién decide qué campeón es válido y cuál no? ¿No serán los mismos trileros que afirman trabajar por el espectáculo pero no se cortan ni tanto así, en ensalzar o matar a los héroes que lo alimentan porque éste es adecuado y este otro no?
Sea como fuere, tenemos un tricampeón del mundo que puede conseguir este año su tercera corona consecutiva y la cuarta de su carrera deportiva.
En manos de auténticos profesionales de la mercadotecnia y la publicidad, este hecho totalmente circunstancial serviría para dotar a la temporada 2016 de un valor difícil de rechazar por cualquier aficionado que se precie de ser llamado así.
¿Quién no querría presenciar cómo el chavalín que puso en apuros a Fernando Alonso en 2007, se empareja en entorchados con Vettel y Prost? ¿Quién en su sano juicio cierra la puerta a la posibilidad de que sea él y no Sebastian, quien consiga empatar a títulos con el Kaiser? Dos años como éste y sería pan comido codearse con Fangio. Otros dos más, y Shumacher dejaría de ser Schumacher...
Se me ocurre incluso un eslogan: «Yo no soy tonto, he adoptado un tricampeón del mundo.»
Os leo.
3 comentarios:
Creo que no es así, Hamilton como bien dijo Mansell ya es leyenda. ¿Quién puede dudarlo?
100% de acuerdo contigo!!! No puedo entender como se ningunea a Hamilton en la mayoría de medios especializados. Quizá su forma de actuar en el backstage no sea tan políticamente correcta como la de Sebastián, pero su calidad como piloto esta muuuy por encima. No es cuestión de pro o anti, es cuestión de calidad, de superación y de una "magia" que pocos tienen. Emular a un tal "Prost" al que dios... perdón... Senna, reclamó desde parrilla de salida no es cosa baladí, y aunque a veces se le va la olla, porque se le va, no se puede negar, es un piloto de los de verdad, de los de "antes" de los que buscantes ir rápido hasta cuando no se puede, y arriesga el error por dar el do de pecho en favor de la velocidad. No del espectáculo, ni de la afición, ni siquiera del equipo, Lewis es rápido porque vive la velocidad.
Es que, a los ojos del espectador, los títulos de Vettel parecen más meritorios. En esos años no estaba instalada en la opinión pública la superioridad aplastante del RBx. Había lucha hasta la última carrera. Me gustaría saber qué hubiera sido de las estadísticas sin un asturiano en pista...
Sí coincido en que los 4 títulos de Sebastian no se asemejan ni se aproximan a los de los grandes campeones. Es un piloto con mucha pero mucha suerte. Lo han elegido a él para correr con el del comisario. Antes, y ahora de rojo.
Lo mejor que le puede pasar a Hamilton, es que sus verdaderos rivales tengan herramienta. Y así, batirlos en pista y llevarse la gloria. Porque corriendo sólo, los títulos son solamente un número.
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