sábado, 17 de noviembre de 2007

El Kaiser


Tras el fiasco protagonizado por Lewis Hamilton a final de temporada en Interlagos, Ferrari ha decidido cancelar su secreto programa de descubrimiento de nuevas promesas, dejando en la estacada varias esperanzas que a buen seguro seguirán corriendo en triciclo sobre las losetas de los jardines de infancia, rompiendo de paso y en mil pedazos, el sueño de chupar cámara y llevar pase vip por la cara, que albergaban secretamente al menos una docena de padres italianos —no todo el mundo tiene la suerte de llamarse Anthony Hamilton, seamos sinceros. ¡Qué se le va a hacer!—.

Demostrada la ineficacia de intentar hacer un campeón-probeta de la noche a la mañana (ya lo decía mi abuela: ¡quien con críos se acuesta, mojado se levanta!), saltándose a la torera el principal mandamiento de la máxima especialidad automovilística: hervir a fuego lento, la de Maranello ha decidido mandar al carajo el esfuerzo realizado durante buena parte de este año, para poner sus miras donde no imaginaba nadie: los geriátricos.

Es cierto que en varios Grandes Premios se había podido ver a Michael Schumacher deambulando por los boxes de la de Il Cavallino Rampante en plan señor mayor, que dice mi padre, con cara de estar más perdido que un pulpo en un garaje (nunca mejor dicho), pero nadie podía imaginar que el alemán acabaría por perder algunos kilos para caber en el cockpit del F2008 y conducirlo en el trazado de Montmeló como sólo él sabe hacerlo, en aras de echar una mano al equipo de cara a la próxima temporada.

La sorpresa ha sido mayúscula, porque sin control de tracción, a pelo, el alemán daba una soberana lección magitral incluso al pobre Massa, quien salvaba los trastos por los pelos.

Pero ahí no acababa la cosa. Mientras el resto de escuderías deshojaban la margarita de los posibles fichajes que aún quedan por hacer, Ferrari anunciaba que Schumi volverá a subirse a un Ferrari en Jerez, a primeros del mes próximo, lo que abre un abanico de posibilidades bastante extrañas, porque, que yo sepa, que un piloto jubilado ayude a su antiguo equipo a poner a punto un vehículo, en plena pretemporada, es una auténtica novedad, un hito, una jugada maestra. Y lo digo porque no había ocurrido antes, pues lo habitual era que las viejas glorias fueran amablemente invitadas a paladear las novedades técnicas de algunos monoplazas con fines publicitarios y para gozo de la prensa y los asistentes al evento (o para su cachondeo, como fue el caso de Lauda cuando tuvo la ocurrencia de probar el Jaguar R2).

Sea como fuere, el Kaiser ha sido llamado por La Scuderia, volviendo por sus fueros y al parecer con ganas de quedarse; no para quitarle el puesto a Felipe, como ya afirman algunos, sino para ayudar a los ingenieros y mecánicos de Ferrari a pulir la máquina del año que viene. 

Y aquí radica el quid de la cuestión, porque no basta con disponer del mejor vehículo y los mejores pilotos. No, además hace falta un puntito de sensibilidad que convierta la herramienta (el coche) en una seria ventaja sobre la pista, lo que me lleva a recordar la cantidad de idioteces y descalificaciones que se vertieron sobre Fernando Alonso cuando tuvo la ocurrencia de decir que había aportado seis décimas de segundo al MP4/22.

Así las cosas, tengo que quitarme el sombrero ante la idea de Luca Cordero di Montezemolo de rescatar a Michael de su bien merecido descanso, porque si no se puede contar con el Nano, bien sirve un jubilado para marcar la pauta de por dónde debe ir el equipo. De paso, todos difrutamos viendo cómo el renano le toca los cataplines al brasileño (el finlandés, de momento, es intocable, que para eso se ha ganado el número 1).

No hay comentarios: