Il Commendatore nos abandonó a nuestra suerte un lejano 14 de agosto de 1988, ya que, prácticamente al día siguiente, entraron los de marketing en el santuario de Maranello a convertir en religión lo que hasta ese instante era genuino enamoramiento y pasión. Con ellos también llegaron los que se cuelan en las bodas y los bautizos, o van a los entierros si se sirven canapés, o esa familia y amigos que le salen a uno cuando las cosas van bien y se evaporan en cuanto el viento rola, se arremolina y amenaza con hacer jirones las velas.
Paciencia y Ferrari son sinónimos. Esperanza también lo es. Da igual el tiempo que transcurra ni si se suma más o menos. La historia, esa historia que jode tanto a los ingleses porque ya quisieran, avala que sigamos gritando Forza! aunque conozcamos de sobra que la hoja se abrirá paso a través del espacio intercostal entre la séptima y la octava del lado izquierdo, y su punta se quedará a un milímetro escaso de la pared del pulmón.
La verdad, no creo que aporte muchas novedades una decoración que rinde homenaje a la victoria de Il Cavallino Rampante en Le Mans [Marcado en «rosso»], pero sea lo que sea que nos depare el Gran Premio de Italia, tan cierto como que Lassu Il Draco vi guarda es que hay llamas que ni con el mar.
Essere Ferrari! Os leo.
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