Tal y como os prometí [Con Jero (Del «Wasp» al «Phantom»)], una vez pasado el periodo de alojamiento en Twitch y estando el contenido ya en Youtube, tocaba entrada conmemorativa de la conversación que mantuvimos Jero y yo hace un par de semanas.
Vaya por delante que charlar con él siempre me ha supuesto un estímulo y una delicia: le respeto profundamente, me deja hablar, y la esencia científica corre de su cuenta, una bicoca, vamos. Por suerte, para mí, fundamentalmente, nadie me ha mandado (todavía) a pintar de negro neumáticos, como sucedió en Nürbu en 2010 y 2011 y hablaba del Red Bull RB6 por encima de mis supuestas posibilidades.
Soy de letras —de humanidades, como me repetía mi querida Pepa—, y por formación sé que hay épocas de la Historia predispuestas a la eclosión de determinado tipo de fenómenos. Es igual que te apellides Cervantes, Picasso, Aalto, Chapman o Newey, Rudd y Wright en este caso, pues las sinergias dominantes en el momento se acabarán imponiendo igualmente. Eran y son asuntos que sí o sí aunque los recordemos por determinados nombres propios.
El caso es que nuestro mundillo estaba hecho ya a finales de los sesenta del siglo pasado para que la aerodinámica aeronáutica irrumpiera en la Fórmula 1. Había tecnología, se disponía de herramientas y materiales, y, sobre todo, existían ideas que bullían y buscaban abrirse paso entre la vorágine de iniciativas que ya habían visto la luz o estaban a punto de hacerlo.
Wright y Rudd se llevaron el gato al agua diseñando el primer wing-car de nuestra disciplina, no hay más, o no debería haberlo, pero el caso es que nos remangamos y nos dispusimos a recrear aquel contexto valorando los abundantes antecedentes y sopesando su influencia en lo que sucedía e iba a ocurrir más tarde.
Creo que nos quedó un programa redondo, pero mejor lo valoráis vosotros mismos.
Como siempre, si hay algún error de bulto en el metraje cargadlo a mis espaldas, pues el único pecado imputable a Jero fue el de dejarme abrir la boca...
Os leo.
Muy edificante!!
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