No ha llovido ni nada desde que traté de poner luz en este asunto que tratamos hoy: la visibilidad [Pon un dummy en tu vida].
Transcurría abril de 2009 y ya entonces se hacía complicado de entender que carreras como el Gran Premio de Malasia hubiesen sufrido una conclusión prematura a 25 vueltas de la distancia programada. A cambio pudimos a Kimi disfrutando de un helado, pero la escena no compensaba porque se suponía que bajo condiciones de lluvia extrema, tanto los coches y sus ruedas (Bridgestone) podían correr sobre mojado... ergo los pilotos eran poco menos que unos moñas.
Recuerdo que le había caído la del pulpo a Pedro de la Rosa por defender en antena que aquella situación no era segura y que la bandera roja resultaba pertinente, y a pesar de que Alonso había sido meridianamente claro: «The visibility is nothing, could have a serious accident if we restart», la cosa afuera no salía de la capacidad de desalojo de agua de los neumáticos, el bendito aquaplaning y las pocas avellanitas del personal, incomparables ante los santísimos atributos de los legendarios rainmasters.
Hable´ por primera vez del tamaño de los monoplazas y la posición del conductor en el interior del habitáculo y cómo afectaban a la actividad, algo a lo que he aludido posteriormente con bastante asiduidad porque, desgraciadamente, sigue siendo recurrente echar la culpa a quien lleva el volante de que las pruebas se cancelen o interrupan durante los episodios de lluvia.
El caso es que el fenómeno ha empezado a tocar otras disciplinas —las 6 Horas de Shanghai, por ejemplo, ahora la Rolex 24 at Daytona...—, y el problema sigue siendo el mismo: bajo determinadas circunstancias no hay visibilidad y disputar una carrera se convierte en algo muy arriesgado que, obviamente, las organizaciones de los eventos hace tiempo que dejaron de contemplar como espectaculo.
La tele o la pantalla de ordenador son muy engañosas a la hora de enfrentarnos a todo esto, basta que la cámara fotográfica abra el diafragma de su objetivo o las digitales aumenten el brillo de sus capturas de vídeo para que la realidad que percibimos en casa se parezca poco o nada a la que se vive en el circuito [Si sólo fuese el agua], de forma que tenemos las tradicionales condicionantes (estado del piso, cantidad de agua sobre él, densidad de la lluvia, la calidad de las gomas, el spray, las propias que afectan al piloto en un monoplaza abierto o cerrado pero con algunos puntos ciegos, etcétera), servidas en un contexto sensiblemente desvirtuado porque nosotros vemos mejor que los protagonistas que se están jugando el pellejo a más de 200 por hora.
Lamentablemente, a estas alturas de la semana todavía hay quien piensa que se podía rodar en el Daytona International Speedway bajo el aguacero. Yo no puedo hacer más por intentar abrirles los ojos salvo, acaso, recomendarles que lean lo que dijo el mismo domingo Roger Penske: «With all the rain, I’ve never seen a race like this» [I’ve never seen a race like this].
No se veía un carajo y era una cuestión de seguridad...
Os leo.
El caso es que el fenómeno ha empezado a tocar otras disciplinas —las 6 Horas de Shanghai, por ejemplo, ahora la Rolex 24 at Daytona...—, y el problema sigue siendo el mismo: bajo determinadas circunstancias no hay visibilidad y disputar una carrera se convierte en algo muy arriesgado que, obviamente, las organizaciones de los eventos hace tiempo que dejaron de contemplar como espectaculo.
La tele o la pantalla de ordenador son muy engañosas a la hora de enfrentarnos a todo esto, basta que la cámara fotográfica abra el diafragma de su objetivo o las digitales aumenten el brillo de sus capturas de vídeo para que la realidad que percibimos en casa se parezca poco o nada a la que se vive en el circuito [Si sólo fuese el agua], de forma que tenemos las tradicionales condicionantes (estado del piso, cantidad de agua sobre él, densidad de la lluvia, la calidad de las gomas, el spray, las propias que afectan al piloto en un monoplaza abierto o cerrado pero con algunos puntos ciegos, etcétera), servidas en un contexto sensiblemente desvirtuado porque nosotros vemos mejor que los protagonistas que se están jugando el pellejo a más de 200 por hora.
Lamentablemente, a estas alturas de la semana todavía hay quien piensa que se podía rodar en el Daytona International Speedway bajo el aguacero. Yo no puedo hacer más por intentar abrirles los ojos salvo, acaso, recomendarles que lean lo que dijo el mismo domingo Roger Penske: «With all the rain, I’ve never seen a race like this» [I’ve never seen a race like this].
No se veía un carajo y era una cuestión de seguridad...
Os leo.
Diría que el problema era distinto a la F1, donde aunque los neumáticos tengan capacidad de drenar el chasis flota sobre el agua.
ResponderEliminarEn este caso era un problema de visibilidad pura, mas en una prueba con tantos vehículos y diferentes prestaciones.
Ya hubo accidentes serios, afortunadamente sin consecuencias. Es evidente era la decisión mas sensata, la seguridad lo primero.