Aunque no lo parezca continuamos manteniendo importantes lazos con la F1, ya que el piloto que conduce ese precioso Alfa Romeo por las calles de una población siciliana es Daniel Ricciardo durante un evento en 2015 patrocinado por Red Bull para su Red Bulletin, y el 33/TT/3 en cuestión, es el vehículo con el que Helmut Marko y Nanni Galli haciendo de copiloto, obtuvieron la segunda plaza absoluta en 1972...
Herr Doktor también estuvo allí, asesorando al australiano, aunque lo importante de esta ida de olla preliminar consiste en poder resaltar (una vez más) que marcas y conductores, que disputaban el Mundial de Fórmula 1 regularmente, pasaban la frontera entre disciplinas con absoluta normalidad y resultaban habituales en pruebas legendarias. Lo hemos podido apreciar en la saga dedicada a las ediciones de las 24 Horas de Le Mans, lo hemos comentado innumerables veces, lo tocamos de rondón en Nürbu cuando se ha mencionado la Mille Miglia, y apetecía recalcarlo ahora que abordamos el libro Targa Florio, Le Madonie e la gara più bella [Editori Laterza; Bari, 2021; bajo el sello Contromano].
Meter en 126 páginas la historia de la carrera más longeva del automovilismo deportivo es harto complicado, imposible, más bien, pero el periodista y escritor italiano Francesco Terracina no busca destacar el dato sino generar amplias panorámicas que acerquen al lector a una de las pruebas más legendarias que han existido. Y lo consigue, y, además, de manera muy amena.
Desde su primera carrera en 1906 (Giro di Sicilia) hasta su última cita oficial en 1977, Terracina nos da cuenta de las historias pequeñas que componen la grande, empezando por la de Vincenzo Florio y cómo creó escuela su empeño por hacer correr los potentes coches de la época a través de los, a veces intransitables, caminos que dividían en dos o circunvalaban las poblaciones de Sicilia, con el fin de que sus habitantes disfrutaran también de una cultura que acabaría marcando el siglo XX, así como de la pericia de los conductores que luchaban con sus respectivas máquinas y la dureza extrema del terreno y la meteorología.
Los tres circuitos clásicos. Le Madonie, Il Grande, de 148 kilómetros de recorrido, que había que completar tres veces, siempre en mayo; Il Medio e Il Piccolo, que, formando parte del más largo, fueron usados por separado en diferentes momentos de la prueba. Los accidentes, las gestas, la implicación de Ferrari, Alfa Romeo o Porsche —el 911 Targa supuso un homenaje de la casa de Stuttgart a la Targa Florio—, los vencedores, por supuesto; su integración en el Mundial de Resistencia, las desavenencias con la CSI (FISA), y el inevitable ocaso debido a lo que tantas veces hemos contado en el blog: la tecnología avanzaba mucho más rápido que las vías por donde circulaban los participantes, e insistir en ello resultaba a todas luces descabellado...
Como siempre, me limito a poneros los dientes largos y me retiro silenciosamente.
Un placer. Os leo.
Siempre me ha parecido un poco raro que se le llame "homenaje" a la denominación "Targa" de Porsche (lo he leído y oído en mil sitios ya). Es como si "Picasso" hubiera sido el reconocimiento de Citröen al universal genio malagueño, cuando en realidad pagaban royalties por la firma. Para mí no es más que el uso del prestigio al que el nombre está vinculado.
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